sábado, 23 de junio de 2012

De urgencias y pasiones


Alguien mencionaba al pasar algo así como una necesidad urgente de aquello que somos de conectarse con la pasión, con alguna pasión.
Me preguntaba cómo es que casualmente coincidieron en una búsqueda personal la urgencia y la pasión. Me preguntaba, y dudo de que pueda ofrecer una respuesta, qué se presenta como urgente y qué se presenta como pasión.
De las urgencias decir que quizá vivamos en un mundo que vive bastante apurado sin tornarse en urgente. Vivimos en un mundo en el cual todo pasa bastante rápido y quizá hasta existe una pretensión de que este mundo pase lo más rápido posible. Creo que esta cuestión de lo fugaz tiene que ver principalmente con dos cosas.
La primera, quizá la más aburrida para los románticos empedernidos, es económica. Este mundo vende y necesita vender lo viejo de siempre como si fuera nuevo. Estamos metidos en este embudo comercial que pretende generar demandas estúpidas ofreciendo estupideces con un alto umbral de caducidad. Es decir, este mundo re-produce lo inútil, lo vende, luego desenmascara su inutilidad y re-produce otro inútil disfrazado de novedad. Todo se da muy rápido, tan rápido que casi pasa desapercibido.
La segunda, es la que más nos compete, aunque no deberíamos negar nuestra competencia de la primera. La segunda cuestión que tiene que ver con la fugacidad del mundo somos nosotros, que siempre estamos pasando como el tiempo, que no se detiene jamás. Lo interesante es cómo pasamos. Se puede pasar de muchas maneras. En general, el ideal del embudo económico es que pasemos pensando lo menos posible y que, si lo hacemos, sólo pensemos en cosas. Ni en nosotros, ni en los otros sino en cosas.
Ahora, uno recae en esta búsqueda de la pasión y se pregunta por la pasión y generalmente pienso que debería estar en todo y cada cosa que hacemos pero descubro que a veces no está. Entonces me pregunto ¿qué o quiénes habrán escindido al ser que somos de su pasión? ¿Dónde se habrá quedado, perdido o hacia dónde se habrán orientado las pasiones?
No ha sido una tarea sencilla y de hecho ha llevado muchísimo tiempo, siglos enteros ha llevado adormecer las pasiones de cada uno para convertirnos en masas prácticamente homogéneas.
A cualquier romántico, desentendido de la historia superficial que tiene el mundo, a cualquier soñador le parecerá irrisorio lo planteado.
Lo real, es que a mi también me resulta irrisorio pero no por ello imposible y aun más, creo que esto es lo que ha sucedido.
Ahora bien, todo sueño termina, sueñen dioses o demonios, sueñen ángeles o diablillos, todo sueño acaba.
La pasión es como la sangre que nos recorre, está ahí, nadie le lleva el apunte pero está dentro nuestro esperando la vida, la guerra, la herida, la muerte. La sangre late y la pasión también late, bajito, suave pero a veces arde en las entrañas del ser que somos que no es más sangre que pasión y que es tanto la una como la otra.
¿Cómo llegaron a atarse urgencias y pasiones? Sigo preguntándome por las casualidades.
En última, somos pasión, la pasión está siempre allí donde estemos. Lo urgente, lo único realmente urgente, somos nosotros mismos.

A Dai que sacó el tema,

viernes, 22 de junio de 2012

Otros límites


Hace algunas semanas nuestra discusión había sido en torno a los límites continentes de los discursos actuales, principalmente, los discursos politizados, o mejor dicho interesados que dejan bastante por fuera de sí a la política.
Los otros límites, como mencionamos en el título de hoy, no podrían ser enunciados todos específicamente porque no podría acabar la tarea. Esos límites, a los que me referiré llamándoles “los otros”, son los límites que tenemos todos pero que, por determinadas cuestiones, estimo que no son propios de cada uno sino que los describiría más bien como impuestos o, redundando un poco, postizos.
Los otros (límites), para no caer en generalizaciones vacuas, podremos encontrarlos en algunos miedos, en los prejuicios, en la soberbia, en la subestimación, en la arrogancia y aun en una especie de malentendida valentía. Todos sabemos básicamente de qué se tratan los prejuicios, de hecho todos los tenemos y fácilmente podemos identificarlos. Lo mismo pasa con nuestros miedos, todos conocemos nuestros propios miedos. La soberbia, la arrogancia y la subestimación de los otros o de uno mismo, son límites distintos. Quizá no los reconozcamos tan fácilmente, quizá incluso sean capaces anular cualquier posibilidad de pensamiento crítico sin anunciarse o sin verse identificados como tales.  Cualquiera sea el caso, estos otros límites, limitan todo aquello cuanto abarcann y, dado el caso, se trata de nuestra vida, de la vida de cada uno contenida en sus propios límites. La malentendida valentía, no suscita complejidades, es aquella voluntad del imbécil que ha creído que ser valiente es hacer cualquier cosa olvidándose de su propia humanidad o, peor aún, de la humanidad de los otros.
Entre descripciones, nos alejamos del foco central del artículo, las limitaciones, cualesquiera sean, están ahí, impidiendo ampliar la perspectiva, mirar desde otro lado, conocer aquello que se desconoce y, en algún punto muy recóndito y de ser posible, entender algo.
Pero esto no es todo, esos límites están ahí, en cada uno, prácticamente acosándonos como propios pero yo estimo que no son tan propios como creemos. Es decir, nuestros límites, los otros límites, no son tan nuestros como nosotros los identificamos. Por esto es que digo que son impuestos, postizos, o importados. Porque son el producto de una tradición equivocada, sesgada, doctrinal, que se construye subvirtiéndose, trastornándose (y por qué no trastornando), apresando pluralidades en límites escuetos, desindividuantes. Que trastornan la individualidad volviendo al individuo una metáfora de sí mismo, una imagen que lo identifica pero que no lo contiene. Porque contenerlo significaría destrozar aquellos límites en los que pretende perpetuárselo. Son los límites de los otros, son “los otros” volviéndonos más ellos y menos nosotros, volviéndote mas muchos y menos uno.
¿Qué es entonces aquello que al pasar llamamos individualidad en los debates actuales? ¿Cuáles son aquellas voces pretendidamente plurales que presumimos escuchar? Y por último, ¿estamos realmente encaminados hacia la libertad o nos hemos quedado vilmente con la palabra bonita y vilmente olvidamos su significado?
Si pudiera olvidarme de mí mismo tantas veces como me tengo presente, ya no sería yo.

miércoles, 20 de junio de 2012

Lo "nuevo" y lo nuevo (parte IV)



Mencionaba, al pasar [Lo "nuevo y lo nuevo (parte III)], la cuestión de la angustia que entiendo aparece en esa re-novación que encarna el ser al enfrentarse a lo nuevo. 
¿Por qué la angustia entonces? No es sencillo abandonar lo que se es y ser otro, no es sencillo cambiar. Por esto lo comprensible e intrínseco de la angustia.
En lo simbólico, la presencia de la angustia anuncia el inicio de cierta apertura al cambio, de cierta apertura a cambiar, a re-novarse. Es en este estadio en el cual aparecen las preguntas por ese ser que se angustia al enfrentar su cambio y su re-novación.
Volvemos redundantemente a caminar esa cornisa entre lo que somos y lo que seremos, entre lo actual pasando y lo nuevo por pasar.
Como toda crisis, la angustia engendra la posibilidad de no enfrentar ese cambiar del mundo y pretender quedarse como se estaba aun en la imposibilidad de poder hacerlo.
De repente recordé esa poesía que escribiera el chileno Julio Numhauser y que interpretaba Mercedes Sosa, “Todo cambia...” y es así que creo que sucede. Voy un poco más lejos aún y me veo obligado a destruir el idilio poético de esta interesante pero no menos contradictoria canción. Por esto es que, contrario a lo que dice el poema, es que creo que el amor también cambia y también cambian los recuerdos. Porque somos parte del cambiar y podemos enfrentarlo o negarlo. Las ficciones son un arte que poseemos.
Es entonces que uno piensa en las enseñanzas morales o religiosas que sugieren y promueven la eternidad, lo inalterable de los valores y una palabra universal. No puedo evitar sospechar de todos ellos. Si todo cambia, ¿por qué no cambiarían?
Hace varios siglos corría sangre celestial por las venas de algunos reyes y supuestos mesías. Hace menos siglos el amor consistís en algo en lo que hoy no consiste amar y la libertad, por supuesto, consistía en no ser libres. Aun me acosan muchos supuestos por los cuales dudo de mi libertad y de la libertad de otros. Nietzsche sugería que un espíritu libre era aquel capaz de desdoblarse de la condición de sus posibilidades, es decir, un espíritu libre era aquel capaz hacer algo que no fuera esperable debido a su ascendencia, su clase social y el mundo personal que lo rodeara. Un espíritu libre es algo impredecible, que pudiera volar por encima de aquellos hombres que sólo cumplieran con simples designios.
Por último, vuelvo un poco a la angustia y a intentar quitarle esa concepción peyorativa al término. Somos seres sufrientes. Permitirse sufrir es toda una capacidad que deberíamos potenciar. Es demasiado sencillo estar capacitado para enfrentar un mundo que no cambia y enfrentarnos a nosotros mismos como seres estáticos que francamente no es lo que somos, no es lo que dice la historia, ni lo que dice la ciencia, ni lo que dice el amor, ni la política, ni el tiempo que pasa, pasa, pasa y siempre es nuevo.

sábado, 16 de junio de 2012

Algunos límites



A menudo pienso en los límites y puedo advertir que se encuentran por todas partes y de todos los tipos. Por eso estimo que, en un principio, la discusión debe rondar en torno a alguna clase de límites y por lo tanto, no pretender ser una discusión por los límites en general, dado que tales límites no existen. Es interesante entonces, pensar en alguna clase de límites evitando abstracciones que vuelvan remotamente imposible una discusión con pretensiones de derivar en algún extracto.
Los límites en los que pensaba eran, precisamente, los límites que contienen a los discursos sesgados. Discursos a los cuales la actualidad nos tiene acostumbrados en demasía. Discursos que promueven, fuertemente, una relación determinante de amor u odio entre el ser social (sujetos sociales) y la realidad (el mundo que constituyen estos sujetos).
Definitivamente, los discursos de la actualidad sitúan, con una intencionalidad marcada, al ser social, por fuera del discurso. Mientras, se hace eco de cuanto se incluye socialmente dentro del discurso, a dicho ser social. Es entonces que el ser social aparece a sí mismo como constructor de una realidad que se le presenta construida, pensado por otro,  y con una coloración negro/blanco que solamente le deja la posibilidad absurda de situarse en uno u otro bando.
El discurso, de esta manera, sea del bando que sea, pone en fila, detrás de sí mismo, a un cuerpo de seres sociales alienados de realidad social y equipados de tantas pre-concepciones como  de prejuicios postizos. 
Así, es que se disfraza una realidad social de dos realidades antónimas e intentan vestir de ejércitos distintos a seres sociales que constituyen, sin constituir, la realidad que les es presentada.
Preguntarse por los límites de los discursos sesgados, es repreguntarse por la realidad, por qué sea aquello que sucede en la realidad y quién me cuenta aquello que sucede en la realidad. Es entonces en pos de ejercer en bruto un control sobre qué sea eso que creemos que es la realidad, que se vuelve un mecanismo de control esta separación radical en bandos, en blancos o negros. Y que se omiten, intencionadamente, los grises, la infinidad de grises que encandilarían a la concepción del ser social acostumbrado a las miradas básicas y laterales de aquellos que pretenden aglutinarlo en una masa homogénea  y asilarlo a contemplar una realidad sesgada, disfrazada de información, de estadística, de sensacionalismo, de demagogia, etc. Convirtiendo entonces,  al ser constituyente por excelencia de la realidad en ser constituido, injertado y, nuevamente, postizo.
Al mínimo examen comienzan los grises a destrozar la realidad disfrazada de información y a extender infinitamente el plano donde se vierte dicha información. Luego, la información comienza a parecerse más a aquello que es y menos a aquello que dice ser.
Conocer los límites del discurso sesgado de la actualidad, no significa poder describirlos o comprenderlos conceptualmente. Creo que la tarea sería inacabable. El conocer los límites es, por sobre todo y primero que nada, entender que esos límites existen en la misma medida que existen intereses y hombres que piensan.  Significa también que la representación no representada de  la pluralidad inconcebible de la realidad que nos constituye, esta apenas una capa por debajo de los límites del discurso sesgado y, mientras esta pluralidad sigue oculta en otra capa, el hombre persiste en ocultarse del hombre. 

miércoles, 13 de junio de 2012

Respuestas



10/06


De repente uno se abstrae de todo aquello que el estudio y la razón le permitan entender de política y economía. Ve las imágenes de un noticiero de España y a la gente gritando por un rescate europeo de 100.000.000.000 euros y se queda absorto... ¿en qué mundo hemos venido a caer y de qué diablos estamos hablando? ¿Cómo hemos devenido a esta sombra de lo que siempre podríamos haber sido? Qué angustia, qué pena. Nos acosa la des-humanización y permanecemos como si nada. Pensar que había tantos mundos posibles, tantos como humanos... y esto.

11/06


Entonces, qué hacen aquellos que sólo saben escribir… escriben. Aquellos que sólo saben hablar… hablan. Aquellos que sólo saben bailar… bailan. Hay otros que sólo saben pintar y pintan.
Me pregunto por esta cuestión tan básica de amar… ¿aman sólo aquellos que saben?

Están también los que no saben escribir y escriben. Los que no saben hablar y hablan. Aquellos que no saben bailar y bailan. Están los que no saben pintar y pintan. ¿Habremos aprendido los amantes a amar sin saber de todos estos?

Luego, hay escritores que no escriben, oradores que no hablan, bailarines que no bailan y pintores que no pintan. ¿Qué hacen entonces los amantes que no aman?

El ser escritor



Anoche leía una definición de escritor muy poética pero que me sería difícil afirmar como cierta. En realidad, creo que me sería difícil afirmar como cierta casi cualquier cosa. La definición, bella en su definir, sugería que ser escritor era tener el don de leer la hoja en blanco. Identificado con la vocación,  uno no puede sino suspirar profundamente antes tales palabras. Pero, ¿es eso lo que hacemos? ¿Tenemos el don de leer en las hojas en blanco? Y por último, ¿qué será aquello que al paso llamamos dones?
Me quedo entonces por ese breve instante que separa el texto del adefesio literario mirando la hoja en blanco que no dice sino sólo muchas preguntas que aun no he escrito.
Creo que esta hoja a medias llena, a medias en blanco se parece a mí y, a medida que va llenándose, va volviéndose eso que fui en un instante de este tiempo inmenso y continuamente pretérito.
Justamente anoche, que leía definiciones, leía canciones y leía Para mi es algo más de Nicola di Bari que comienza diciendo “Para ti /el cielo azul de la noche, /es tan solo un color. /Y basta. /Para mí, /es volver a pensar, /en un viejo dolor/que mata.” No podía sino perderme entre los versos y las estrofas impregnados de una vena romántica como pocas y pensar que no sólo para el que ama, sino también para el que tiene en frente las hojas en blanco es que todo, absolutamente todo es algo mas. Por esto es que ninguna definición podría ser lo suficientemente extensa u omni-comprehensiva de aquello que lo hace a uno un escritor.
Por caso, creo que a un escritor también lo hacen sus libros, los que lee, los que le regalan, los que compra y a veces olvida en esos desórdenes que suelen ser las bibliotecas que comienzan con un estante, siguen un una mesa de luz y termina expandiéndose a la cama, los sillones de la casa o cualquier superficie en la cual puedan quedar las cosas. Lo innegable es que los libros además de quedar muy bien como adornos por toda la casa, quedan en ese ser escritor. Por ello pensaba en Nietzsche y en un texto en que separa tajantemente al hombre intuitivo del hombre racional. El racional es el científico y el intuitivo el artista; es tan irracional el último como poco artístico el primero pero ambos ansían dominar la vida, sugiere Nietzsche. Este hombre intuitivo vive instalado en la desmesura, vive de manera intensa, es más feliz, pero también más desgraciado en el sufrimiento, acepta la vida tal cual es dándose plenamente sin ningún parapeto. Creo que el escritor tiene mucho de artista y muy poco de científico, que se debe infinitamente más a su intuición flotante que sus pasos firmes en esta tierra aterrante aun debiéndoles también mucho a ellos.
Pensaba entonces esta cuestión de los dones. Lo cierto es que no consigo dirimir si son reales o imaginarios, no consigo separarlos de las necesidades, o simplemente separarlos de la vida como una expresión en cualquiera de sus ámbitos. Si es que tuviera un don, creo que me inclinaría mas a pensar que tengo el don de la necesidad vital de hacer exactamente esto que estoy haciendo ahora porque realizarlo es realizarme, porque escribir es escribirme.
Aun desgaritando de poesía a la prosa, es la sangre de quien escribe la que queda en cada frase, en cada verso, en cada estrofa. La sangre, el aire y la vida se van quedando instanciados entre medio de aquellos que sudan, sufren y mueren y entre medio de aquellos que ven sudar, ven sufrir, ven morir y mueren. 
Qué de las lunas, los soles, las mañanas, las tardes o las noches. Qué del amor, los besos o el sexo. Qué de la muerte, el tiempo y la distancia si nadie los dijera. Quizá aun serían lo que son si nadie los expresara, estarían ahí o al menos no podría negárseles el haber estado. Pero qué si nadie hubiera imaginado una boa habiéndose devorado a un elefante, qué si nadie hubiera pretendido bajar al mismísimo infierno a buscar su fe perdida, qué si nadie hubiera encontrado poesía en el silencio que para muchos dice nada y sin embargo, tanto dice. Sólo me invade la injusticia de haber hecho tres reseñas, tres nostálgicas e inolvidables reseñas.
Me abrumo, solo, es de día, hay un vaso bebido de jugo de naranjas sobre la mesa y el cadáver de una manzana que teme ser arrojado a la obscuridad.

Feliz día a todos los que escriben
13/06/2012

lunes, 11 de junio de 2012

Respuestas



08/06/2012

Al fin me he dado un momento para esto. El hacer preguntas o generar capas allí donde se luce aparente la simpleza es algo que yo considero digno de un arte. La pregunta, muchas veces, al menos esto es lo que observo, tiene mucho más contenido que cualquier atisbo de respuesta. Sospecho que vivimos en un mundo de respuestas fáciles, respuestas por doquier pero en general, son respuestas a preguntas que nadie hizo jamás. Estamos literalmente sumergidos en un sistema mecánico que suspende el surgir de preguntas que pregunten por la humanidad, por esto que tan inmediatamente somos y no reconocemos en este tiempo fugaz en el que se escapa la vida.

El amor es quizá, alguna vez dije algo así, es como la cuerda al reloj, como el aire al movimiento de una hoja que danza en el viento. Alguna vez dije que creía conocer muchas cosas que sinceramente no conocía cuando me percate de que el amor era todo lo que conocía, que el amor era lo único que realmente existía. Bueno me he citado brevemente. Creo que los lugares comunes que pueden recorrerse pensando el amor pueden ir desde un breve ensayo sobre el arte de la conquista de los desconocidos hasta una reflexión filosófica de la imposibilidad de expresar los sentimientos cuando se ama y de los límites del lenguaje.

Hace varios días que casualmente la gente pregunta qué es el amor... un contacto mujer muy dulce e inocentemente parecía enojada pregunto "¿qué carajo es el amor?" al lo que a modo de respuesta rápida y en medio de una red social que mata todo pensamiento original en una pizca de tiempo, le dije algo así ....¿Qué es el amor? En principio es una gran pregunta, el amor es una gran pregunta. Creo que en muchos casos es la suerte de pocos y la creencia equivocada de muchos. Creo que a veces es una ficción, quizá en la mayoría de las versiones, sea una ficción necesaria pero a veces pasa. A veces de repente, pasa y tiene muy poco que ver con la mayoría de las cursiladas a las que el mundo acostumbra. Pasa y el afortunado/a se queda sin palabras, porque sobran, se queda sin gestos, porque no bastan… entonces, callados los amantes pueden mirarse aunque se pierdan en la oscuridad mas lúgubre y ahí donde nadie podría encontrar nada… encontrarse. 


10/06/2012

Anoche me preguntaste algo y se me quedó atorado toda la noche en la cabeza. Sí, existe una diferencia entre algo que se queda dando vueltas en la cabeza y algo que se queda atorado. La palabra atorado nos induce a pensar en algo más molesto que algo que simplemente se queda ahí dando vueltas (de paseo). 

¿Descubriste que es el amor?” Es una pregunta muy grande para un chat, muy grande para que alguien pueda abrir la boca y que de allí en adelante la magia se presente permitiendo a los límites del lenguaje diluirse y entonces sí, en ese momento imposible, aparezcan” las palabras justas” (categorías horribles si las habrá). Descubrir, conocer, saber… son tan maravillosas las búsquedas que la posibilidad de encontrar respuestas a veces me asusta.

¿Descubriste que es el amor?” Me preguntás como si nada a plena madrugada cuando estoy por reunirme con amigos y, dada la hora y las circunstancias, hay temas que van apagándose en esta cabeza que no para ni un segundo.

¿Alguna vez intentaste retener un poco de agua entre las manos? ¿Intentaste tapar el sol con un dedo o contener al viento en un abrazo? Seguro se escapó el agua pero las manos quedaron mojadas, seguro fantaseaste aunque sea un instante con que provocabas un eclipse y nadie va a poder negarte que todo el frescor de la brisa estuviera apenas un segundo encarnada en tu cuerpo.

¿Descubriste que es el amor?” Me preguntás en medio de una madrugada cualquiera como si esta mente no tuviera suficiente con todas las preguntas que la acosan. Qué crimen cometería contra mi pequeña humanidad si respondiera que sí, no sería menos criminal responder que no. Es una fenomenal paradoja, qué digo fenomenal, es una paradoja monstruosa y mis ojos deben tener chispas en este momento.

¿Descubriste que es el amor?” Le preguntás una noche cualquiera a cualquiera que está dormido y lo robas de un insoportable estado de calma aparente. 

viernes, 8 de junio de 2012

Lo “nuevo” y lo nuevo (parte III)


Es, al menos extraño como sucede todo proceso creativo. De repente uno se encuentra en esa relación de intimidad intimidante con el blanco del papel que lo conmina a sentirse, a expresarse, a preguntarse.
¿Cómo volvemos tan habitualmente a ese límite que nos separa de lo sentido, lo expresado o lo preguntado? ¿Cómo, recurrentemente, perseguimos la huella casi imperceptible que vamos dejando porque pasamos y no podríamos hacerlo de otra manera? ¿Cómo y cuánto nos burla nuestra sombra, nuestro espectro, que desaparece cuando volteamos a verlo?
Sobre lo nuevo real, pensar en la magnitud de la novedad concebida como lo desconocido huele a cierta capacidad de espanto/rechazo que tenemos todos.
Toda apertura implica quizá un movimiento afectado de cierta angustia, hay un ser que cambia ante lo nuevo, un ser que cesa y uno que novedosamente es en el precipicio de un presente que persiste en acabarse.
Pensaba en el amor, entre tantas cosas, que puede ser nuevo siempre y que siempre puede ser viejo pero que el singular melódico no pende de la novedad en cuestión. Quizá sea la sensualidad la que sin embargo se vea envuelta en cierta “necesidad” de novedad. Quizá los gestos y las expresiones al uso se vuelvan cotidianos o se agoten en su usarse perdiendo la posibilidad de rozarse con lo nuevo y así tener renovada la capacidad de espantar o ser rechazados por desconcertantes, raros o desconocidos.
Me disculpo brevemente por mi recurrencia a los besos que pueden darse de muchas formas aun sin sentir amor pero que no podríamos negarles lo novedoso. Es ahora cuando uno osa preguntarse ¿qué es eso que se siente cuando se siente amor?
Si los entusiasmaba la pregunta a la espera de una posible respuesta, temo que voy a decepcionarlos. No me competen las respuestas. Apenas traigo un manojo de preguntas.
Entiendo la circunstancia redundante de sentarme a escribir periódicamente  pero no logro hallar reiteración en ello, no logro habituarme a la novedad y quizá de allí se desprenda esa sensación de asombro rebelde ante lo cotidiano.
Tomo nuevamente lo sensual que sospecho excede todo erotismo o sexualidad. Lo sensual me acerca mucho a lo provocador, a lo sutilmente provocador, a lo sutil en muchos ámbitos y creo que es allí donde restan muchos cabos por desatar.
Lo mágico es irresponsable aun incierta la magia. Lo real no es lo moral. Lo moral es un intento de regular lo real. Lo sutil es quizá el más interesante mecanismo para desestabilizar y desatar mecanismos viejos, retrógrados, prepotentes, planos y ridículos.
Lo nuevo real, lo novedoso es arte y la capacidad de arte que olvidamos y que tenemos olvidada. Si sólo suspira lo nuevo...  

sábado, 2 de junio de 2012

El otro


Incertidumbre. Quizá la de ser uno, o ninguno, o todos. Cuán extraño es el sabor del desconocimiento en vías del reconocimiento de lo obscuro, lo plural, de un yo cuya unidad se cae de a pedazos a cada instante de vida.
El otro sugiere el título de la película casi con la inocencia de un perfecto ignorante. El ser posible se despliega apenas y se expresa en esa capacidad del protagonista de flotar por encima de un mundo adaptado a las identidades “únicas” y a las conductas “apropiadas”. Sólo locos o esquizofrénicos gozan de la libertad para romper públicamente los órdenes establecidos y pretendidos de una sociedad que en la superficie sólo acusa pobreza.
El protagonista de-mente, cuya mente se aleja inexorablemente de todo y de nada pero bienvenida sea la introducción a la etimología de las palabras que desconocemos y tan fácilmente descalificamos.
Del mundo de las preguntas, estimo que la más recurrente es por quiénes somos y cuánto ignoramos de esa unidad que se presenta como un cuerpo (uno) y la mente que lo piensa que difícilmente pudiéramos encasillar en algo tan sencillo como un trozo de carne. Quiénes no somos es otra pregunta y lo certero es que no basta una vida para contestar las preguntas. Los límites, los pretendidos, no están tan bien dibujados por el aburrido instinto moral y cada vez que el trazo es débil, el instinto real, el natural, desdibuja esa normalidad dejando que el monstruo sea por un breve periodo de tiempo.
Quiénes somos y quiénes no, me recuerdan un poco a “Uno, ninguno y cien mil” (“Uno nessuno e centomila” 1926) de Luigi Pirandello y a esa descarnada escena inicial en la que Vitángelo Moscarda se encuentra frente al espejo mirándose la nariz y cuyo proceso de des-identificación se inicia a partir de decirle a su mujer que deje de usar ese apodo que acostumbraba a usar con él. Brillantemente dirá luego que “un nombre no es sino esto, una inscripción funeraria. Corresponde a los muertos. A quien ha terminado yo estoy vivo y no acabo. La vida no acaba. La vida no sabe de nombres.”  
Hemos venido a la vida precipitándonos sin un nombre (uno) y una identidad (una). Pero aquí estamos, preguntándonos por nosotros mismos en la dificultad de esquivar las preguntas que no sean nuestras, las impuestas. Quien sepa del sabor de la desambiguación de esa identidad aparentemente fina y escueta, sabrá de qué intento hablar aquí.
Entonces quizá comprenda que yoes hay muchos, tantos como nosotros posibles. Obviamente me he zafado de mi propia categoría “algunas películas interesantes”.

A mi amigo Pablo,

viernes, 1 de junio de 2012

La “verdadera” historia del pastorcito mentiroso


De repente, la idea se trata de invertir esa vieja historia mítica del pastorcito y sus mentiras, de pensarla de otra forma, de intentar, en la medida de lo posible, ahondar en las capas que tiene toda historia.
Ya que hablamos de las mentiras, nos vemos en la necesidad de hablar de la verdad. Hay distintas, muchas y muy contradictorias versiones de qué sea la verdad. En este caso voy a quedarme con la noción que sugería Aristóteles. Este nos decía que “la única verdad es la realidad”. Ahora bien, luego de esta definición entra en juego la noción de realidad y lo que pienso de las realidades es que, dado que apenas nos compete una pequeña porción del espacio y el tiempo, las realidades se construyen a partir de la información, la información construye realidades, la información construye mundos.
Vuelvo entonces a esta “nueva” y por qué no “verdadera” historia del pastorcito mentiroso.
Resulta entonces que existía un pastorcito (al que aun no puedo tildar de mentiroso porque no ha mentido aun). Existía este pastorcito que, como todo pastor, se dedicaba a cuidar ovejas. Este pastor cuidaba, digamos, unas 40 millones de ovejas. A ver, sería complicado con 40 millones, vamos a poner un número simbólico, pongámosle 200 ovejas pero recuerden que en realidad cuidaba 40 millones.
El pastor era un pastor un tanto irresponsable, quizá no estaba preparado para el trabajo, quizá estaba muy solo, quizá no era suficientemente capaz de llevar a cabo la tarea. La cuestión es que un día como cualquier otro el pastorcito vio que una de las ovejas estaba bastante enferma, pero claro, era demasiado orgulloso para hablar con el veterinario por lo que hizo como si nada. Al día siguiente había por lo menos 10 ovejas enfermas. El pastorcito, con todo su orgullo, siguió callando. No quería que se supiese de su incapacidad. Lo triste y cierto es que al cabo de unos días murieron 20 ovejas. El pastorcito no sabía qué hacer con las ovejas muertas. En un principio decidió que las enterraría al fondo del corral, total, nadie lo notaría. Un par de días después del entierro, apareció por la granja el dueño del ganado. El pastorcito, preocupado, no podía disimular su incomodidad pero claro, quién, a grandes rasgos, se da cuenta que faltan 20 ovejas si no se detiene a contarlas una por una. El dueño, creyendo que todo estaba en orden, se marchó y el pastorcito, digamos, zafó.
Pasaron unos días y el pastorcito comenzó a detectar que había más ovejas con problemas pero, por supuesto, era incapaz de reconocer su incapacidad o su ignorancia. Un par de días más tarde habían muerto 30 ovejas más. Las bajas ya se notaban a grandes rasgos. El pastorcito les dio sepultura a las muertas en el mismo lugar donde había sepultado a las anteriores.
Sin anunciarse, se presentó en la granja el dueño, el que ponía la plata. Al notar que faltaban ovejas, le preguntó al pastorcito qué había sucedido. Éste le contestó que, para no derrochar alimento en el corral, había llevado a las ovejas faltantes a pastar en el monte. El dueño, confiado, le agradeció que administrara tan bien sus fondos y el pastorcito sonrió a la mirada confiada de su patrón. Digamos entonces, que volvió a zafar.
Es de esperarse, a esta altura de la historia, que siguieran muriendo ovejas. Lo curioso es que no sucedió así. Sorpresivamente, las ovejas dejaron de enfermarse y, en consecuencia, de morirse.
El pastorcito, cansado de comer lo que todos comían y contando con la confianza del dueño de la granja, pensó que si faltaba una oveja más nadie lo notaría. Se comió toda una oveja solo, no invitó a nadie y, por supuesto, enterró las sobras donde había enterrado todo lo anterior.
El jefe pasó esa semana por la granja y preguntó si acaso había llevado nuevamente a un grupo de ovejas a pastar al monte. El pastorcito asintió con la cabeza y el jefe confió.
La semana siguiente, el pastorcito, seducido por el sabor del cordero asado y de la corrupción impune, decidió sacrificar 10 ovejas para invitar a todos sus conocidos y amistades.
En la granja se armó una gran fiesta “popular”, nadie podía creer que el pastorcito pudiera brindarse con 10 corderos para la fiesta pero igualmente todos los amigos comían y bebían a lo grande. Tanto comieron y bebieron que se quedaron todos dormidos en cualquier parte y, por supuesto, nadie oculto los restos.
Como siempre, un día cualquiera y sin aviso, apareció en la granja muy temprano el dueño, el dueño de las ovejas, el dueño de la granja. Se encontró a todos estos ebrios tirados por doquier y en cuanto se topó con el pastorcito le preguntó que había sucedido. El pastorcito no articulaba palabra, no respondía las preguntas. El dueño volvió a increparlo y mientras preguntaba vio los restos de las 10 ovejas que habían sido asadas en la noche. El pastorcito no articulaba palabra e intentaba desviar la atención del dueño hacia otra parte o bien, no contestaba a los cuestionamientos.
El dueño le dijo que estaba muy decepcionado de que hubiera hecho algo así pero como pensaba que también había hecho algunas cosas bien (“llevar a pastar las ovejas al monte”), lo perdonaría y lo dejaría continuar hasta que finalizara su contrato. Cuando se estaba marchando, el dueño percibió un olor muy feo en las cercanías del corral. A medida que se acercaba, el olor se hacía más insoportable, llegó un punto tal que podía deducirse perfectamente de donde provenía el olor. El dueño corrió por una pala al granero y comenzó a cavar un pozo en donde el pastorcito había ocultado todas las ovejas muertas.
Creo que no es necesario aclara como termina esta historia. Las mentiras pueden olerse siempre y siempre huelen muy mal. Ojalá hayan “disfrutado” de una historia bastante trágica que elegí contar de esta manera porque la manera habitual me ha cansado un poco.