viernes, 27 de julio de 2012

El ser y los miedos


En principio debo admitir que no me considero una “persona miedosa” como podría decirse al uso. Luego, debo aclarar que la cualificación de “persona miedosa” es bastante abstracta y por ello voy a prescindir de esta.
Todos tenemos miedo o miedos en plural. No tengo muchos miedos pero en cambio he tenido y aun tengo cierto terror a una sola cosa. Hay seres que diversifican sus miedos y temen muchas cosas, otros, como es mi caso, tememos algo con mucha intensidad.
Pensar en los miedos me llevaba a pensar un poco en estos alientos tan recurrentes, en muchos ámbitos de la vida, a olvidar los miedos, a desentenderse de ellos, a vivir sin ellos.
Por supuesto, es difícil ignorar lo que la naturaleza dicta, lo que dicta el instinto. El instinto teme y, si el instinto teme, temer es tan natural en el hombre como caminar erguido o reír.
Varias veces he reiterado mi creencia firme en que somos seres sufrientes, condicionados. Mi insistencia en la cuestión no es meramente una obsesión filosófica. Mi insistencia apunta a contrariar la pseudo-filosofía espiritual de moda que nos conmina a ser felices por que sí, a reírnos todo el día (de lo que sea) y a no sufrir (porque sufrir es triste, aburrido o vaya a saber qué otra ridiculez). Si en nuestra naturaleza está el ser alegres, debemos cultivar nuestra capacidad de alegrarnos. Ahora bien, si sólo nos pensamos por un instante y admitimos que en nuestra naturaleza está en la misma medida el sufrir, deberíamos aprender a cultivar esa capacidad de sufrir o bien, de vivir el sufrimiento. Detesto caer en obviedades pero bondad y maldad no son categorías naturales como nosotros. Por lo tanto, sufrir-se como alegrar-se no están bien o mal. No esta bien alegrar-se y está mal sufrir-se o viceversa. Estamos, somos y la bondad o maldad no pertenecen al ámbito del ser que somos cada uno.
Vuelvo a pensar en el miedo o los miedos y en cómo vivimos con el o ellos. Resulta complejo, porque tanto el ser como aquello que el ser teme son cuestiones de un alto grado de subjetividad aunque en el fondo, estimo, que todos los miedos y los “miedosos” se parecen y nos parecemos un poco.
Pensaba entonces en cómo vivimos, cómo convivimos los seres y los miedos, cómo vive el ser-miedoso. Pensaba en aquella posibilidad infantil de suprimir, de olvidar, de dejar a un lado el miedo. Pensaba, por caso, en la imposibilidad de dejar de lado u olvidar nada porque, cuando el miedo es real, lo único que parece realmente posible es aprender a vivir con él, con ellos, por que no nos son ajenos, son nuestros, somos nosotros. Aprender a vivir con miedos, como aprender a vivir con ciertas discapacidades o defectos, es aprender a vivir con nosotros mismos. Porque no estamos nosotros y luego nuestras virtudes, no estamos nosotros y luego nuestros defectos y no estamos nosotros y luego nuestro miedo. Estamos y punto. Todo lo que aparece somos nosotros.
¿Cómo vivir entonces con nosotros mismos? Es rara la pregunta, porque fácil o difícilmente lo hacemos. ¿Cómo vivir los miedos? ¿Cómo sufrir-se sin caer bajo connotaciones que, por donde se las mire, representan concepciones desarraigadas de cualquier posible perspectiva humana?
La seguimos...

A Luz, mi pálida luciérnaga...

miércoles, 18 de julio de 2012

Sombras, no sombras nada más


Casi todas las mañanas desayuno mis sueños pero hay otras en las que no desayuno. Me quedo, como quien no tuviera qué comer mirándome en la sombra que proyecto en las paredes, en los muebles, en el suelo que me conmina a pisarlo firme, que está ahí.
A veces llego a sentir nauseas por el hambre pero no puedo comerme un sueño que he dejado de soñar. Siempre puedo levantarme y hurgar los muebles o la heladera y comer pero simplemente no me lleno. Quizá jamás lo haga.
Se me atoran entonces las palabras todas en la misma mente, en el mismo instante en el que el mundo no se detiene a pensarme, ni a pensar en el hambre de tantos, en los sueños devorados de tantos que no pueden hurgar un mueble o un refrigerador, que no ven su sombra proyectarse al rededor.  Porque no tienen muebles, ni artefactos domésticos. Quizá no tengan un suelo y quizá peor, quizá no tengan luz.
Tienen sombra, todos tenemos una pero es raro no verla proyectada, es raro no verse proyectado, no proyectar, no proyectar–se. Es prácticamente inhumano despertarse sin sombra, sin proyecto, es tan insoportable que la sola idea me da terror. Así, aterrado, me quedo mirándome en una mesa, en una silla, en la pantalla apagada de un televisor que jamás enciendo. ¿Dónde estamos? ¿Dónde están todos? Porque es evidente que no puede serse sin sombra, que no puede serse a medias, que no puede caminarse sin pasos, ni desayunarse los sueños que se devoran otros.
No me lleno y quizá jamás lo haga.  Algunos se llenan, se comen todo, lo de los muebles, lo de los refrigeradores, las sombras, los pasos, los sueños, los proyectos. Es raro que aun no se indigesten, que sigan tragándose todo mientras a sus alrededores giran los goznes del mundo. Es aun más raro que el mundo los piense, que yo mismo los esté pensando. A veces siento deseos de que se atraganten hasta la asfixia todos y cada uno de aquellos angurrientos que se roban las sombras, los suelos y los sueños.
Luego, me detengo a mirar mi sombra que se engrandece y me abruman las posibilidades, desisto de desear asfixias e indigestiones. Desisto pero ¿por qué no podría yo devorarme sus sueños, sus sombras, sus zapatos y sus suelos? ¿Por qué no podría arrebatarles, sin que lo supieran, los muebles, las posibilidades y el tiempo?
Definitivamente, no todos podemos ser cualquier cosa. Podemos ser muchas pero no podemos ser todas. No puedo persistir en desear asfixias e indigestiones, no podría arrebatarles a quienes se ignoran arrebatados, no podría arrebatarle nada a nadie pero pienso en cómo es posible quitarles siempre a quienes ignoran qué se les está quitando todo el tiempo, toda la vida, toda la muerte.
Aquí estoy yo, seguramente volveré a dormirme esta noche y mi sombra me acompañará a mi cama y estará ahí cuando despierte. Habrá luz, zapatos, suelo que pisar firme. Estarán mis sueños y mi vida, que nadie se devorará nunca porque tendrían que matarme antes, pero ya no serán míos, ni tampoco será mía esta vida. Mañana todo será de ellos, de los sin sombras, de los sin sueños, de los sin suelo. Serán porque yo seré ellos.

viernes, 6 de julio de 2012

Cómo llegamos a esto







He tenido mis dudas en cuanto a la publicación de este artículo en el blog y a cerca de la categoría o columna bajo la cual sería publicado. Entiendo que es algo bastante personal y que el trauma circunstancial también lo es pero entiendo también que hay algo cercano a la circunstancia que uno siempre puede decir luego de hallarse en situación.
Esto no pretende exponer abiertamente las peripecias o infortunios de quien escribe, tampoco es la bitácora de un secuestro y posterior asalto. Esto es una parte de la vida de todos y no puede escaparse a mi vida.

1/7

Estoy conmovido porque hace algunos días se ha profanado la privacidad de mi cuerpo, de lo que soy, de lo único que realmente me pertenece que es mi libertad. Me han suspendido esa libertad por un período breve de tiempo y aún siento las manos encima acosándome para quitarme cosas que realmente no valen nada.
Miro a todos lados y entiendo cada vez menos, me he negado a escribir esto apenas un par de días pero escribir es una de las pocas cosas que sé hacer y por ello voy a seguir haciéndolo.
En pleno centro de Córdoba me han subido a un auto y me han llevado a un barrio oscuro para robarme. De verdad no me gustaría olvidarme lo que pasó pero quizá no me gustaría recordarlo tanto.
Creo que existen una infinidad de cosas que se nos escapan todos los días y a mí, como a todos, un montón de cosas se me escapan también.
Sé que si me cruzara con alguno de los tres sujetos los reconocería. Sé también que no cambiaría nada haber visto la patente del auto en el que me llevaron para que pudieran “atrapar” a los “culpables”.
Desde que esto sucedió me he preguntado quiénes son los “culpables” y es simple decir que los culpables fueron ellos, tiene hasta cierta lógica la cuestión de culpar a los ladrones/secuestradores.
Desde el momento en el cual llegué a la comisaría, por la ayuda de un vecino que acobardado tras las rejas de su casa me auxilió llamando a la policía, me pidieron una descripción de las personas que me habían hecho esto. Siempre contesté que estaba oscuro, que estaba asustado, que no eran lindos a la vista pero que sería difícil dar descripciones. Dije sin pensarlo que los muchachos, tan adultos como yo, no sabían lo que hacían. La persona que me estaba tomando declaración, muy cordial por cierto, me miró extrañado. Yo por supuesto no seguí con esta teoría de que todos somos culpables porque el que se había quedado sin algunas cosas y había pasado un momento espantoso había sido yo. No pude evitar seguir pensando y las personas que me quieren sinceramente agradecen que sólo me hayan robado, no sé a quién le agradecen, yo creo que es sólo una casualidad. No busco culpables porque o todos somos culpables o ninguno lo es. No sé exactamente cuánto hice o dejé de hacer con mis 26 años para que pasen cosas como esta pero sé o al menos me siento responsable de ser parte de esto, de ser parte de lo mismo que aquellos que me pegaban para robarme un anillo que me regaló una tía que adoro, un reloj que me regalaron cuando terminé el secundario entre mis padres y mi abuela a quienes amo con locura y una billetera que tenía 70$.
No tengo miedo de salir a la calle a la misma hora que esto pasó (4:30 a.m.) y pasar mil veces por ese lugar. No voy a tener miedo, de hecho estaba tan concentrado en pensar cómo impedir que me violaran que tuve poco tiempo para pensar en otra cosa. Pero sé que no son ellos, ni yo, sé que no saben lo que estaban haciendo, se que no se los enseñaron como me lo enseñaron a mi porque tuve la suerte de nacer en otras circunstancias en las que ellos no. No soy cristiano, no quiero sonar cristiano. Estoy convencido de que no son culpables y, si lo son, son tan culpables como cada uno de los que estamos pasándola mejor y no hacemos nada para que esto cambie. Tampoco es mi intención hacer política, ni si quiera filosofía. No me siento inspirado. Publico esto por dos razones fundamentalmente: porque es mi deseo ferviente que esto cambie para todos y porque todos tenemos algo que hacer si queremos que esto cambie.
Todos, indefectiblemente, representamos virtudes y deficiencias de esta sociedad a la cual conformamos.