Casi todas las mañanas desayuno mis sueños pero
hay otras en las que no desayuno. Me quedo, como quien no tuviera qué comer
mirándome en la sombra que proyecto en las paredes, en los muebles, en el suelo
que me conmina a pisarlo firme, que está ahí.
A veces llego a sentir nauseas por el hambre pero
no puedo comerme un sueño que he dejado de soñar. Siempre puedo levantarme y
hurgar los muebles o la heladera y comer pero simplemente no me lleno. Quizá
jamás lo haga.
Se me atoran entonces las palabras todas en la
misma mente, en el mismo instante en el que el mundo no se detiene a pensarme,
ni a pensar en el hambre de tantos, en los sueños devorados de tantos que no
pueden hurgar un mueble o un refrigerador, que no ven su sombra proyectarse al
rededor. Porque no tienen muebles, ni
artefactos domésticos. Quizá no tengan un suelo y quizá peor, quizá no tengan
luz.
Tienen sombra, todos tenemos una pero es raro no
verla proyectada, es raro no verse proyectado, no proyectar, no proyectar–se.
Es prácticamente inhumano despertarse sin sombra, sin proyecto, es tan
insoportable que la sola idea me da terror. Así, aterrado, me quedo mirándome
en una mesa, en una silla, en la pantalla apagada de un televisor que jamás
enciendo. ¿Dónde estamos? ¿Dónde están todos? Porque es evidente que no puede
serse sin sombra, que no puede serse a medias, que no puede caminarse sin
pasos, ni desayunarse los sueños que se devoran otros.
No me lleno y quizá jamás lo haga. Algunos se llenan, se comen todo, lo de los
muebles, lo de los refrigeradores, las sombras, los pasos, los sueños, los
proyectos. Es raro que aun no se indigesten, que sigan tragándose todo mientras
a sus alrededores giran los goznes del mundo. Es aun más raro que el mundo los
piense, que yo mismo los esté pensando. A veces siento deseos de que se
atraganten hasta la asfixia todos y cada uno de aquellos angurrientos que se
roban las sombras, los suelos y los sueños.
Luego, me detengo a mirar mi sombra que se
engrandece y me abruman las posibilidades, desisto de desear asfixias e
indigestiones. Desisto pero ¿por qué no podría yo devorarme sus sueños, sus
sombras, sus zapatos y sus suelos? ¿Por qué no podría arrebatarles, sin que lo
supieran, los muebles, las posibilidades y el tiempo?
Definitivamente, no todos podemos ser cualquier
cosa. Podemos ser muchas pero no podemos ser todas. No puedo persistir en
desear asfixias e indigestiones, no podría arrebatarles a quienes se ignoran
arrebatados, no podría arrebatarle nada a nadie pero pienso en cómo es posible
quitarles siempre a quienes ignoran qué se les está quitando todo el tiempo,
toda la vida, toda la muerte.
Aquí estoy yo, seguramente volveré a dormirme
esta noche y mi sombra me acompañará a mi cama y estará ahí cuando despierte.
Habrá luz, zapatos, suelo que pisar firme. Estarán mis sueños y mi vida, que
nadie se devorará nunca porque tendrían que matarme antes, pero ya no serán
míos, ni tampoco será mía esta vida. Mañana todo será de ellos, de los sin
sombras, de los sin sueños, de los sin suelo. Serán porque yo seré ellos.
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