El Coronel (Relato breve sobre la batalla de San Lorenzo)
La noche cálida se aleja y se acerca el
alba. Nadie dormía y nadie había dormido. El fresco del amanecer se cuela por
las ventanas y el instinto de muerte de los hombres corta el aire. La
respiración ha desaparecido con la llegada de los primeros rayos de sol.
Ya no hay tiempo, algunos se detienen para
abotonarse la casaca y el coronel en silencio los mira. Se apresuran y corren,
botones desprendidos y lanza en mano, afuera los esperan ansiosas la gloria y
la muerte. Sólo queda un hombre alistándose en el convento. El coronel mira al
suelo mientras expira una bocanada de humo. Se acomoda el falucho y su áspero
rostro le clava la mirada al tembloroso soldado…
- ¿Tiene miedo Baigorría?
- Sí señor, mucho señor...
- ¡Envaine
Baigorria y asegurese de que esos hijoputas se caguen en los pantalones!
- ¡Sí
señor!
Baigorria sale al trote, El Coronel
recorre la habitación con la vista y suspira profundamente. Su mano derecha
palpa el sable y su mano izquierda le rasca la barbilla. Termina de abotonarse por
fin la casaca y camina hacia fuera.
Ciento veinticinco machos montados y
cincuenta machos a pie miran dubitativos al Coronel que desciende pausadamente
los escalones del convento. Un miliciano le acerca su caballo y El Coronel se
monta en el mismo lentamente.
Las miradas de los hombres se cruzan
todas, los caballos parecen ansiosos y el cura franciscano se asoma por la
ventana para saludar amablemente al Coronel. El Coronel lo mira y asiente con
la cabeza sin emitir un sonido. Sólo se
escuchan las patas de las bestias sacudir la tierra. El Coronel levanta su
brazo e indica que es hora de avanzar. Los caballos de a poco comienzan a
andar.
Mientras tanto, dos cañones, cuarenta
fusiles y doscientos cincuenta realistas abandonaban el barco en las tranquilas
aguas del Paraná. Se dirigen hacia el convento para buscar suministros.
Los machos aguardan en la retaguardia del
convento, aguardan el sonido de la patria, aguardan el sonido de la muerte.
En un movimiento de pinza se desplazan los
machos conducidos a la izquierda por El Coronel y a la derecha el capitán
Bermúdez.
Suena el clarinete y se hielan las pieles
de todos, se hielan y se queman. Al galope, desenvainan y los gritos de terror
son escalofriantes e inentendibles. El Coronel tiene tiempo para darse cuenta
de que ha fallado el pronóstico: el ala derecha llegará tarde a la batalla. El
calor le sube por la espalda y no se inmuta, su sable tiene sed de sangre
española y él mismo tiene sed de credibilidad.
El Coronel atraviesa de un sablazo a un
contrincante y se alza una polvareda que no deja ver al metro. Un disparo corta
la carrera del caballo y la bestia se desploma violentamente. El Coronel
atontado intenta levantarse y no hay esfuerzo que se lo permita. Su pierna ha
quedado atrapada entre la bestia y su tierra. Se oyen cañonazos y por detrás se
escuchan los sablazos desgarrar la carne humana. El Coronel enfurecido lucha
contra el peso de la bestia que le ha roto la pierna. Él sabe que la muerte lo
asecha. Un realista eufórico corre hacia él mientras destila por los poros el
instinto asesino. La sangre salpica la cara del Coronel pero el no siente nada.
Cuando aclara su visión, el realista se desvanece ante su mirada trémula
atravesado por una lanza. El Coronel recorre un poco el paisaje y ve a Baigorria
empuñando la lanza que le ha salvado la vida, Baigorria lo mira al Coronel y El
Coronel lo mira a Baigorria…
-¡Pelee mierda!- Grita El Coronel…
El Coronel sigue sintiendo el asecho de la
muerte. Un moreno analfabeto que murmura en guaraní intenta ayudarlo. Cuando El Coronel se ha
zafado por fin del apretón del caballo, el moreno que lo observaba reponerse es
atravesado por un sablazo, otro y otro sucesivamente hasta contar más de diez.
El Coronel recoge una lanza y atraviesa al invasor asesino del aborigen negro
que yace agonizante en el suelo al tiempo que el ala izquierda comandada por el
captan Bermúdez se incorpora a la batalla.
Los realistas, superiores en número, se
ven desbandados y comienzan a huir despavoridos. Algunos se lanzan por el
barranco, la mayoría, con suerte, consigue llegar a la flota.
Han pasado apenas diez minutos y yacen más
de cien cuerpos en el suelo, más de cincuenta de ellos yacen sin vida. El olor
a sangre y a tierra invade el aire, El Coronel sólo respira gloria, la gloria de
los nuestros.
Bermúdez, herido por un disparo, desciende
de su caballo y se acerca al Coronel, El Coronel le da una palmada en la
espalda y se dirige rengo hacia el negro que todavía agonizaba. Se inclina
entonces a pesar de los golpes y apoya cálidamente su mano sobre el pecho del
enorme macho afroindigena que lo mira
con los ojos perdidos y apenas si tiene fuerza para quejarse. El Coronel
formaliza en una sonrisa retorcida un gesto de agradecimiento. El negro se
inclina apenas y sujetándose del hombro del Coronel dice a desgarrada voz…
FIN
Los
líderes tienen algo además del cúmulo de caracteres que se le puedan reconocer.
Estimo que tienen algo que produce más que una admiración empalagada por el
éxito y mucha menos alquimia y más humanidad de las que se les suelen adscribir
en los discursos.
Quizá
aquellos grandes líderes hayan entendido, no sin haber tropezado varias veces,
que el oponerse ideológicamente sólo debe fundarse en razones que ellos mismos
hayan sometido a un obsesivo examen. Quizá hayan entendido, no sin renegar
muchas veces de sus propios egos y soberbias, que los proyectos se construyen y
que para llamarse intelectualmente proyectos deben ser construcciones que no
pueden tener basamento en una premisa remota y personalizada. Quizá hayan
entendido, no sin padecer una suerte desfavorable muchas veces, que la buena
fortuna es sólo eso y que es el empeño y la capacidad lo que acerca los hombres
a las proezas y no las fantasías infundadas y la fanfarronería barata. Quizá
hayan entendido, no sin dudar y temer muchas veces, que la duda es el principio
de cualquier conocimiento y que el miedo es tan humano como el hombre mismo.
Los
hombres no somos iguales, ni si quiera ante las leyes que proclaman la igualdad.
No todos son líderes, por esto es que estimo que los líderes tienen algo que
rebasa la capacidad de institucionalizar las revoluciones, que escapa casi con
terror a institucionalizarse a sí mismos como representantes de la política, porque
entendieron que la política se acaba cuando no se trata de todos y comienza a
tratarse de uno.
Los
líderes tienen algo de patriotas pero tienen mucho más de hombres libres. Jamás
podrían quitarles la libertad. Porque albergaban libertad tanto como albergaban
la mortalidad que todos albergamos, porque entendieron que la libertad no era
creer que lo imposible era realizable, entendieron contra todos los prejuicios,
que el hombre es la medida de sus posibilidades no porque estas sean infinitas,
sino porque sólo se puede ser libre si se conocen las posibilidades.
Que
vasta enseñanza a partir del ejemplo y de la hazaña nos han legado hombre como
El Coronel José Francisco de San Martín que no fue libre ni por impetuoso ni
por atrevido. Fue libre porque jamás pudo negarle al hombre que él era lo que
más tenia de suyo, la libertad. Fue líder porque siendo todo lo que fue, sólo
fue un gran conocedor de sus posibilidades.
El
honor de describir a un hermano de la libertad no se agota ni en diez ni en mil
palabras, el aniversario por la muerte de San Martín no es sólo un gran día
para la patria, debiera ser por decreto el día de la libertad.
LONARDO: me encanto tu semblanza de un verdadero lider en todos los aspectos, no solo en el militar, toda su vida fue ansiar, proyectar y concretar la libertad de toda america,QUE ESPIRITU LBERTARIO NOS LEGÓ, GRACIAS PADRE DE LA PATRIA, ojala podamos seguir sus valores, en esta patria tan convulsionada, egoísta e individualista, tan lejos de su entrega total a sus compatriotas. TE FELICITO CARIÑOS
ResponderEliminarMARTHA ROMERO