[Segunda Parte]
Sin
entrar en detalles escabrosos e insoportables para el lector, y sólo por
exponer una idea general, comentaré que en el año 1500 la población mundial
debía ser de unos 400 millones, de los cuales 80 estaban en las Américas. A
mediados del siglo XVI, de esos 80 millones quedaban
10.
Por ejemplo, en México: en vísperas de la conquista su población era de unos 25
millones; en el año 1600 era de un millón. Si alguna vez se ha aplicado con
precisión a un caso la palabra “genocidio”, es a éste. Es un récord, no sólo en
términos relativos (una destrucción del orden del 90% y más), sino también
absolutos, puesto que hablamos de una disminución de la población estimada en
70 millones de seres humanos. Ninguna de las grandes matanzas del siglo XX
puede compararse con esta hecatombe. Prácticamente, estamos habilitados a dejar
de hablar de genocidio y comenzar hablar entonces de catástrofe natural.
Muertos
tantos y de tantas maneras aún persisten los estigmas de una sociedad cultural
e identitariamente sometida. Desde los albores de la invasión, desde la
imposición de un dios “verdadero”, de una lengua “digna”, de una cultura
“iluminada”, de una fe “sagrada”. Hasta nuestros días, padecemos el socavo del
autoestima producido por la denigración sistemática todo aquello que teníamos
por propio. Nuestra cultura, nuestra identidad aún no consigue superar los
falsos complejos introducidos en el fondo de nuestra intimidad. Persistimos
desgraciadamente en el autoengaño de la iluminación europea, del florecimiento
de una cultura que aun en toda su decadencia ponderamos por encima de la
nuestra, de la que nos exterminaron, de la que debemos juntar los añicos para
reconstruirnos a nosotros mismos. Convirtieron nuestra paz
en guerra y nuestros sueños y Dioses en espuma que se llevó el aire contaminado
de viruela que trajeron de Europa. Nuestra historia era una historia autentica,
hoy debemos refundarla. Destruyeron todo lo que pudieron destruir, hicieron
todo el daño que podían hacer. Pero la conciencia latinoamericana no está hecha,
no está destruida. Nuestra historia se sigue construyendo sobre cimientos
corrompidos es su más básica esencia, cimientos que acarrean las semillas de su
propia destrucción. Una realidad no puede terminarse para que otra realidad
pueda comenzar, hay una actualidad que asumir. Entiendo que las ideas no deben
ser sólo ideas y que el borrón de toda nuestra historia pre-colonial es y será
a través de los siglos un crimen que permanecerá impune. No existe pena alguna
que compense tal desasosiego y bestialidad. La colonización hispanoamericana
fue el asalto más grande en la historia del hombre. Fue un abuso, un robo. Y
nos hablaron de ilustración, de cultura, de política. Nos desahuciaron de
nosotros mismos, “mana sunquyuk”[1]
La
historia se construye desde y a través de los hombres. Tenemos la
posibilidad innata que nos legaron del amor a la naturaleza en todas sus
versiones, aún pueden florecer las flores que florecieron en antaño si
procuramos cuidarlas[2].
El hombre sólo podrá mirarse en el
espejo del hombre. Allí, podrá verse a sí mismo, en el otro, en el igual, en el
olvidado hermano. Descubrirá, que allí, donde habite la vida, allí, el ser
latinoamericano es posible, es posibilidad. De cambio, de comprensión, de
identificación del uno con los otros, del uno consigo mismo, del hombre y su
pueblo, del pueblo y su historia, la real, la que escribamos, la que contemos
nosotros. La que hablará de paraíso y de masacre, de invasión, de humillación,
de hijos apátridas, de hijos incultos, de amor, a la vida, extinguida,
renacida, de verdad, de nuestra verdad.
De recuperar lo propio,
recuperarnos, a nosotros mismos, a cada uno, a nuestra autonomía y a nuestra
libertad.
Y comienzo nuevamente, ¿podremos
entonces sacudirnos el polvo de la historia europea?
[2] Del
Chilam Balam, libro sagrado de los Mayas, "Cuando los señores blancos llegaron han enseñado el miedo y han venido
a mancillar las flores. Para que viviese su flor, han hundido y agotado la flor
de los otros. ¡Asaltantes de la vida, ofensores de la noche, verdugos del
mundo! No hay verdad en las palabras de los extranjeros."
[3] En Quechua: ¡Conciencia y libertad!
Reflexión precisa, mentían cultura europea y a Dios lo pintaron con sangre,por ahí cuentan que en las jesuíticas nacían indios con ojos azules. No hablan de Genocidio, porque fue un intento de Extinción en favor de la codicia.No podremos sacudirnos eso.
ResponderEliminarAmérica es América, una mezcla mundana, una tierra de paz, seguimos siendo los que abrazan al hermano para dar el corazón y ellos siguen llevándose cosas y, ahora, hasta pagamos para ser esclavos cuando tomamos sus préstamos usurarios.
http://enfugayremolino.blogspot.com.ar/
Es difícil sacudirnos y despojarnos de tanta barbarie. Avasallaron la integridad de las pueblos, les robaron el áncora como a un reloj antiguo. Allí sucumbieron sus dioses, su cultura, su libertad y sus vidas. Y a pesar de los siglos sigue siendo impune el genocidio. Muy buena crónica. Saludos cordiales de la Sociedad Argentina de Escritores Filial Villa María- Córdoba.
ResponderEliminarQuiero transmitirte mi pensamiento acerca de lo que escribes -muy bien por cierto-
ResponderEliminar¿No puedes pensar que mientras eso sucedió allí, en Europa los pueblos también sufrían calamidad?
No atribuyo a un país, o comunidad incluso lo que deciden únicamente los poderosos, los mandatarios ávidos de esa droga que es el poder por el que osan atribuirse la riqueza de aquellos que trabajan para el pueblo.
Hablas de cultura y te remito a un loco insigne: Don Quijote de la Mancha -Cervantes- "Ejemplo desto tenemos en don Diego Ordóñez de Lara, que retó a todo el pueblo zamorano porque ignoraba que solo Vellido Dolfos había cometido la traición de matar a su rey, y, así, retó a todos, y a todos tocaba la venganza y la respuesta; aunque bien es verdad que el señor don Diego anduvo algo demasiado y aun pasó muy adelante de los límites del reto, porque no tenía para qué retar a los muertos, a las aguas, ni a los panes, ni a los que estaban por nacer ..."
Es a partir de este razonamiento que creo es factible quitarnos los diversos polvos que la historia ha ido soltando sobre cada uno de los pueblos.
No son los pueblos los que se deben enfrentar y menos por la avaricia de aquellos que los subyugan.
Un saludo
Elisa-María