A
menudo pienso en los límites y puedo advertir que se encuentran por todas
partes y de todos los tipos. Por eso estimo que, en un principio, la discusión
debe rondar en torno a alguna clase de límites y por lo tanto, no pretender ser
una discusión por los límites en general, dado que tales límites no existen. Es
interesante entonces, pensar en alguna clase de límites evitando abstracciones
que vuelvan remotamente imposible una discusión con pretensiones de derivar en algún
extracto.
Los
límites en los que pensaba eran, precisamente, los límites que contienen a los
discursos sesgados. Discursos a los cuales la actualidad nos tiene
acostumbrados en demasía. Discursos que promueven, fuertemente, una relación
determinante de amor u odio entre el ser social (sujetos sociales) y la
realidad (el mundo que constituyen estos sujetos).
Definitivamente,
los discursos de la actualidad sitúan, con una intencionalidad marcada, al ser
social, por fuera del discurso. Mientras, se hace eco de cuanto se incluye
socialmente dentro del discurso, a dicho ser social. Es entonces que el ser
social aparece a sí mismo como constructor de una realidad que se le presenta
construida, pensado por otro, y con una
coloración negro/blanco que solamente le deja la posibilidad absurda de
situarse en uno u otro bando.
El
discurso, de esta manera, sea del bando que sea, pone en fila, detrás de sí
mismo, a un cuerpo de seres sociales alienados de realidad social y equipados
de tantas pre-concepciones como de
prejuicios postizos.
Así,
es que se disfraza una realidad social de dos realidades antónimas e intentan
vestir de ejércitos distintos a seres sociales que constituyen, sin constituir,
la realidad que les es presentada.
Preguntarse
por los límites de los discursos sesgados, es repreguntarse por la realidad,
por qué sea aquello que sucede en la realidad y quién me cuenta aquello que
sucede en la realidad. Es entonces en pos de ejercer en bruto un control sobre
qué sea eso que creemos que es la realidad, que se vuelve un mecanismo de
control esta separación radical en bandos, en blancos o negros. Y que se
omiten, intencionadamente, los grises, la infinidad de grises que encandilarían
a la concepción del ser social acostumbrado a las miradas básicas y laterales
de aquellos que pretenden aglutinarlo en una masa homogénea y asilarlo a contemplar una realidad sesgada,
disfrazada de información, de estadística, de sensacionalismo, de demagogia,
etc. Convirtiendo entonces, al ser
constituyente por excelencia de la realidad en ser constituido, injertado y,
nuevamente, postizo.
Al
mínimo examen comienzan los grises a destrozar la realidad disfrazada de
información y a extender infinitamente el plano donde se vierte dicha información.
Luego, la información comienza a parecerse más a aquello que es y menos a
aquello que dice ser.
Conocer
los límites del discurso sesgado de la actualidad, no significa poder
describirlos o comprenderlos conceptualmente. Creo que la tarea sería
inacabable. El conocer los límites es, por sobre todo y primero que nada,
entender que esos límites existen en la misma medida que existen intereses y
hombres que piensan. Significa también
que la representación no representada de la pluralidad inconcebible de la realidad que
nos constituye, esta apenas una capa por debajo de los límites del discurso
sesgado y, mientras esta pluralidad sigue oculta en otra capa, el hombre
persiste en ocultarse del hombre.
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