Mencionaba, al pasar [Lo "nuevo y lo nuevo (parte III)], la cuestión de la angustia que entiendo aparece en esa re-novación que encarna el ser al enfrentarse a lo nuevo.
En lo simbólico, la presencia de la angustia
anuncia el inicio de cierta apertura al cambio, de cierta apertura a cambiar, a
re-novarse. Es en este estadio en el cual aparecen las preguntas por ese ser
que se angustia al enfrentar su cambio y su re-novación.
Volvemos redundantemente a caminar esa cornisa
entre lo que somos y lo que seremos, entre lo actual pasando y lo nuevo por
pasar.
Como toda crisis, la angustia engendra la
posibilidad de no enfrentar ese cambiar del mundo y pretender quedarse como se
estaba aun en la imposibilidad de poder hacerlo.
De repente recordé esa poesía que escribiera el
chileno Julio Numhauser y que interpretaba Mercedes Sosa, “Todo cambia...” y es así que creo que sucede. Voy un poco más lejos
aún y me veo obligado a destruir el idilio poético de esta interesante pero no
menos contradictoria canción. Por esto es que, contrario a lo que dice el
poema, es que creo que el amor también cambia y también cambian los recuerdos.
Porque somos parte del cambiar y podemos enfrentarlo o negarlo. Las ficciones
son un arte que poseemos.
Es entonces que uno piensa en las enseñanzas
morales o religiosas que sugieren y promueven la eternidad, lo inalterable de
los valores y una palabra universal. No puedo evitar sospechar de todos ellos.
Si todo cambia, ¿por qué no cambiarían?
Hace varios siglos corría sangre celestial por
las venas de algunos reyes y supuestos mesías. Hace menos siglos el amor
consistís en algo en lo que hoy no consiste amar y la libertad, por supuesto,
consistía en no ser libres. Aun me acosan muchos supuestos por los cuales dudo
de mi libertad y de la libertad de otros. Nietzsche sugería que un espíritu
libre era aquel capaz de desdoblarse de la condición de sus posibilidades, es
decir, un espíritu libre era aquel capaz hacer algo que no fuera esperable
debido a su ascendencia, su clase social y el mundo personal que lo rodeara.
Un espíritu libre es algo impredecible, que pudiera volar por encima de
aquellos hombres que sólo cumplieran con simples designios.
Por último, vuelvo un poco a la angustia y a
intentar quitarle esa concepción peyorativa al término. Somos seres sufrientes.
Permitirse sufrir es toda una capacidad que deberíamos potenciar. Es demasiado
sencillo estar capacitado para enfrentar un mundo que no cambia y enfrentarnos
a nosotros mismos como seres estáticos que francamente no es lo que somos, no
es lo que dice la historia, ni lo que dice la ciencia, ni lo que dice el amor,
ni la política, ni el tiempo que pasa, pasa, pasa y siempre es nuevo.
INCREÍBLE!
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