Incertidumbre. Quizá la de ser uno, o ninguno, o
todos. Cuán extraño es el sabor del desconocimiento en vías del reconocimiento
de lo obscuro, lo plural, de un yo cuya unidad se cae de a pedazos a cada
instante de vida.
El otro sugiere
el título de la película casi con la inocencia de un perfecto ignorante. El ser
posible se despliega apenas y se expresa en esa capacidad del protagonista de
flotar por encima de un mundo adaptado a las identidades “únicas” y a las
conductas “apropiadas”. Sólo locos o esquizofrénicos gozan de la libertad para
romper públicamente los órdenes establecidos y pretendidos de una sociedad que
en la superficie sólo acusa pobreza.
El protagonista de-mente, cuya mente se aleja inexorablemente
de todo y de nada pero bienvenida sea la introducción a la etimología de las
palabras que desconocemos y tan fácilmente descalificamos.
Del mundo de las preguntas, estimo que la más recurrente
es por quiénes somos y cuánto ignoramos de esa unidad que se presenta como un
cuerpo (uno) y la mente que lo piensa que difícilmente pudiéramos encasillar en
algo tan sencillo como un trozo de carne. Quiénes no somos es otra pregunta y
lo certero es que no basta una vida para contestar las preguntas. Los límites,
los pretendidos, no están tan bien dibujados por el aburrido instinto moral y
cada vez que el trazo es débil, el instinto real, el natural, desdibuja esa
normalidad dejando que el monstruo sea por un breve periodo de tiempo.
Quiénes somos y quiénes no, me recuerdan un poco
a “Uno, ninguno y cien mil” (“Uno nessuno e centomila” 1926) de Luigi
Pirandello y a esa descarnada escena inicial en la que Vitángelo Moscarda se
encuentra frente al espejo mirándose la nariz y cuyo proceso de
des-identificación se inicia a partir de decirle a su mujer que deje de usar
ese apodo que acostumbraba a usar con él. Brillantemente dirá luego que “un nombre no es sino esto, una inscripción
funeraria. Corresponde a los muertos. A quien ha terminado yo estoy vivo y no
acabo. La vida no acaba. La vida no sabe de nombres.”
Hemos venido a la vida precipitándonos sin un
nombre (uno) y una identidad (una). Pero aquí estamos, preguntándonos por
nosotros mismos en la dificultad de esquivar las preguntas que no sean
nuestras, las impuestas. Quien sepa del sabor de la desambiguación de esa
identidad aparentemente fina y escueta, sabrá de qué intento hablar aquí.
Entonces quizá comprenda que yoes hay muchos,
tantos como nosotros posibles. Obviamente me he zafado de mi propia categoría “algunas películas interesantes”.
A mi amigo Pablo,
Muy buena "Review", gracias por la dedicatoria Leo
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