Nos
inundan con información, actual e histórica mal contada y tan plagada de
intenciones egoístas, auto-interesadas que ni siquiera le cabe caer bajo la categoría
“información”.
El
fascismo, sea de extrema derecha, sea de extrema izquierda (porque no existen
ni existirán los fascismos moderados), se llevan al diablo aquello que
cualquier individuo pueda concebir como su libertad.
Siempre
habrá oligarcas, ricachones socialmente inconscientes (o conscientes sólo de
sus propias narices). Pero la ausencia de conciencia social no es un problema
de clases, no hay que ser pobre para percibir políticamente el mundo. No es la
mirada de una clase y no la otra, la que habilita una realidad política. Porque
no existe una “realidad política”.
Desgraciadamente,
estimo que existe un pequeño rincón de la libertad del cual los más vastos estratos de la sociedad no conocen, no gozan. Por
esto algunos individuos se toman en serio su individualidad y defienden ese
rincón de libertad en cuanto lo ven saboteado o saboteado para los demás. Pensar
una libertad individual no implica una simpatía con el capitalismo bárbaro que gobierna al mundo, no implica
tampoco el hecho de quedarnos mirándonos las narices mientras la ausencia de
justicia social se devora a niños que jamás cumplirán tiernos 12 años, 11 o 10.
Que se morirán de hambre sin haberse expresado jamás, sin ser posibles. Pensar una
libertad individual es haber entendido antes que no sería posible si no es
compartida. ¿Por qué metemos la solidaridad en el medio? Vivimos en una
sociedad bastante bien definida en cuanto a clases, está claro a quien le sobra
y a quien le falta. Tampoco se trata de hacerse el Robin Hood, hay leyes que posibilitan un accionar coherente y si no
las hubiera, pueden consensuarse.
A
mi libertad no le conviene que otro
presunto “libre” no goce de la libertad de igual manera, eso me enfrenta, nos
enfrenta, crea recelos, resentimientos. Cuando alguien siente la libertad,
cuando alguien se siente libre, no puede sino querer para los demás aquel goce superior.
Porque es la libertad lo que posibilita una conciencia política y no cuánto
pueda o no pueda acumular monetariamente. Si no soy libre, toda “conciencia”
viene dictaminada por la necesidad más pura y dura. Es porque soy libre que me hiere
la indigencia y asquea la opulencia oligarca o la corruptela miserable de
quienes manejan al estado nacional y otras instituciones.
Hay
que persistir en preguntarse si la lucha o el enfrentamiento de clases son necesarios
en pos de asegurar la gobernabilidad o en persecución de cualquier ambición
política. Hay que persistir en preguntarse a quién le sirve enemistarse con
muchos que cargan con una culpa inconsciente de haber nacido con mas suerte y
no saben nada de hambrunas, de dormir bajo un techo de cartón o de vivir sin
ninguna clase de proyecto. Porque hay que tenerlos bien puestos para levantarse
todos los días a pensar sólo en hoy y secarse las lágrimas en los rincones por
no poder pensar en mañana.
Entonces,
¿qué? ¿Nos anulamos unos a otros? El estado nacional tiene todas las
herramientas a su disposición para llevar adelante un ideal socialista sin
generar desde su seno violencia alguna. Es una decisión política hacerlo por
una u otra vía.
Se
ensanchan las brechas entre los que pueden y los que no. Hoy es más grande que
hace mucho tiempo el número de personas que no podrá leer lo que estoy
escribiendo ahora.
Intento
salvaguardar algo que se está diluyendo o lo están diluyendo en una disputa que
se intensifica en tanto se vacía de contenidos. No podemos pensar todos lo
mismo, no debemos pensar todos lo mismo. Algo estaría funcionando
terroríficamente si así fuera. La libertad individual no tiene precio, no es un
accésit económico, no es una posibilidad económica. La libertad individual es
la libertad de todos (pensada para cada uno). Eso es libertad y no la marcha
obsecuente detrás de discursos chatos y provocadores que auguran libertades que
políticamente no se persiguen.
Ser
libre se traduce en poder ser yo y esto no tiene nada que ver con tener
millones de hectáreas en el sur o infinidad de inmuebles a nombre de algún
amigo. La vida es tan corta y rica en la simpleza que sigue sorprendiéndome por
qué algunos acumulan tanto. Tampoco podemos hacernos los tontos e ignorar que
la nueva clase rica de nuestro país es la clase gobernante. ¿Merecen menos?
Claro que merecen menos, hay otros que merecen más y la libertad es repartir. Pero
no solidarizarse, la solidaridad es otra cosa. Esto es una cuestión de justicia
y de libertad.
Nadie
necesita naturalmente nadar en la abundancia para realizarse, es un artificio
demasiado humano aquella persecución de la riqueza por la riqueza misma. Los individuos
no necesitan realizarse, merecen realizarse porque es lo único que puede
hacerse con esta vida.
Imagen - Fluorencia Carrizo (http://www.fluorencia.com.ar/)