En la introducción al tópico miedoso había
terminado la columna con una serie de preguntas que considero interesante
retomar:
“¿Cómo vivir entonces con nosotros mismos?
Es rara la pregunta, porque fácil o difícilmente lo hacemos. ¿Cómo vivir los
miedos? ¿Cómo sufrir-se sin caer bajo connotaciones que, por donde se las mire,
representan concepciones desarraigadas de cualquier posible perspectiva
humana?” (En “El ser y los miedos”)
En principio, estimo que todos somos seres
condicionados. En general, manejamos un concepto de libertad que tiene poco que
ver con la condición real del ser humano. Quizá la cuestión no pasa por estar
liberados de cualquier condicionamiento (lo cual creo que es sencillamente
imposible), sino por la posibilidad de un reconocimiento de esos
condicionamientos. En primer lugar, por una ontología básica, reconocer lo que
sea que nos afecte es reconocernos a nosotros mismos. En segundo lugar, la
posibilidad que brinda ese reconocimiento es precisamente la de reconocer-nos
en aquello que está condicionándonos. Porque si bien los miedos y las
condiciones son nuestras, no es menos cierto que muchas veces hay razones
externas que afectan ese ser-en-condición. Están los otros, somos con otros y
la afección es ineludible. Lo inolvidable en este aspecto, es que los otros son
también un yo, un uno, un condicionado-condicionante. Así es que se entreteje
esta complejidad de afecciones que se disparan en todas las direcciones.
Ahora bien, quizá la posibilidad del reconocimiento
nos permita discernir cuáles son nuestras condiciones (nuestra condición) y qué
sucede con aquello que aparece afectándonos. No porque podamos evitarlo,
entiendo que no compete a una decisión. Sino porque en el discernimiento
seguramente se manifestará al menos más claramente aquello que somos, aquello
que queremos y aquello que nuestras propias condiciones nos están impidiendo
ser.
Ser es ser-en-condición pero lo remarcable aquí
es que las condiciones no son sólo externas. Hay un ser (uno) capaz de
engendrar condiciones propias de un vivir que no es individual.
Ahora bien, entiendo que la posibilidad de
superar-se tiene bastante que ver con una voluntad de hacerlo. No a pasos
agigantados que al más mínimo topetazo retrocedan más de lo que hipotéticamente
se avance. Me simpatiza la idea de los pasos pequeños pero firmes, lúcidos,
prudentes.
¿Qué serán la firmeza, la lucidez o la prudencia?
Por ahora retóricas preguntas o preguntas para uno.
A la larga, los miedos o las condiciones no
desaparecen, van cambiando, y estimo que
en condiciones ideales un ser in-condicionado no se parecería en nada a un ser
humano.
Imagen - Fluorencia Carrizo
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