En principio pensaba en las creencias, de hecho
hablaba sobre ello brevemente. Con alguien, con otro interlocutor. A veces
hablo conmigo mismo pero suelen ser discusiones interminables. Prefiero hablar
con otras personas, los otros en algún momento se cansan o se van. Conmigo es
otra cosa, siempre estoy donde sea que esté.
La cuestión es que pensar en las creencias, me
llevó a pensar en la capacidad para creer. Porque uno no cree lisa y llanamente
en algo aunque muchas veces así lo parezca. Uno es capacitado, de las maneras más
y menos pensadas, para creer en algo. Luego, cree.
Pensar en estás capacidades me llevó a pensar en
neuronas y, como ignoro cuántas tengo, se me ocurrió utilizar un número
simbólico. A partir de ese momento altanero decidí que tenía 4 neuronas. Sí, 4.
El 4 es un lindo número pensé, de hecho hasta me parece estéticamente una linda
figura. Admíreselo: 4.
Por lo tanto, 4 neuronas. Una de ellas situada en
cada ángulo de mi cuadrada cabeza. Dispuestas así, podríamos tranquilamente
hablar de una conformación geométrica y formalmente ideal. Advierto que siempre
me gustaron más lo números pares. Últimamente voy encontrándole la gracia a
cualquier número. Quizá el que me gustaran más los pares podría deberse a
cierta vocación de paridad, de ¿equilibrio? Quizá sólo se deba a la insipiencia
de cierto romanticismo diluido en aguas cuánticas. Veámoslo, es romántico lo
par, en la disparidad hay un tragicismo tangible: alguien pierde, alguien se
queda solo, alguien no baila, etc. Lo par hace juego con esas novelas al uso
que nunca pasan de moda, las de la tele que no las veo pero permítaseme
presumir un poco. En las novelas todos empiezan solos o casi todos (los
protagonistas principales pueden estar eventualmente comprometidos) pero al
final indefectiblemente nadie se queda sin pareja. Recuerdo nítidamente a mi
madre y a mi abuela especulando sobre quién se iba a quedar con quien al final
de cada tira.
Lo curioso son mis 4 neuronas y mi capacidad para
creer en ello. Aparece simpático, es un número relativamente sencillo de
manejar y suena bien. “Bien”, es extraño como un calificativo moral pudo
volverse estético: cantar bien, escribir bien, actuar (teatralmente) bien, etc.
Cómo la estética se constituye en un “bien”.
Por cierto, suena bien, el 4 suena bien para mí y
lo creo. ¿De qué se trata entonces esta capacidad de creer? Estimo que existe
un constituyente intelectual en toda creencia más allá de la obsecuencia o el
fundamentalismo con el cual se la crea. Por caso, ¿cómo llegamos a
cuestionarnos cosas? ¿Por qué llegamos a hacerlo? ¿Advertimos que el cuestionar
cualquier creencia tenida es lógicamente un cuestionarnos a nosotros mismos?
Por qué creer en mis 4 neuronas, por qué no 5 o
6, por qué no estimar 100 mil millones sólo en cerebro y quizá 100 mil millones
más diseminadas por el resto del cuerpo. El número, en particular, no hace la
diferencia sino mi capacidad para creer en él. Nótese que estamos en un campo
científico y que bajo ninguna circunstancia pretendo rebatir estudios de campo
ahora. Las neuronas, mis neuronas, son una ilustración inocente. Hay mucho,
demasiado, de capacidad y de capacitar-se para creer y esto no es un juego de
palabras inocente: ¿por qué el 4? ¿Por qué dios?¿Por qué uno? ¿Por qué el
lenguaje? ¿Por qué la realidad, la política, la ciencia o el arte? ¿Por qué lo
que sea? Las cuestiones, como sea que se las ponga, re-crean (que se vea el uso
literal de la palabra olvidado en los albores de la histórica re-creación del
lenguaje).
“Creo” que la seguimos después...
Imagen - Fluorencia Carrizo (http://www.fluorencia.com.ar/)
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