Me interesaba esta cuestión de preguntarse, de
preguntarse cualquier cosa. Y me quedaba una sensación extraña, una sensación
poco sensible.
Pensaba entonces en los niños, que preguntan
cualquier cosa, pensaba en esa tremenda
capacidad de la curiosidad y de inocencia que les provoca soltar las palabras
sin retenerlas mucho tiempo, que les provoca ese pensar libre de respuestas,
ese pensar sin haber pensado.
Doy por sentado que todos fuimos niños y que de
alguna forma recordaremos esa edad del asombro, ese asombro, que a fuerza de
fijar ideas, se extingue. Se diluye en esta maraña confusa que identificamos
como pensamiento.
Ya siendo hombres pensamos, y dejamos de hacernos
preguntas “fáciles”, “inocentes”, “torpes”. Y afirmamos con una seguridad que
asustaría al niño que fuimos.
Pensaba que quizá no haya preguntas “fáciles,
“inocentes” o “torpes”, quizá el asombro ante el mundo que nos rodea, aquel que
deja de asombrarnos porque nos habituamos a él, sea aquello que nos permitía
separarnos a nosotros, a nuestro pensamiento, del resto de las cosas.
Si observamos con detenimiento y postergamos esa
afirmación impulsiva que creemos tan verdadera, podremos observar en el niño,
en cualquier niño, el brillo del asombro, la magia del enigma del
desconocimiento. Aquello que les permite mirar el mundo por primera vez muchas
veces, aquello que les posibilita divertirse con eso que a nosotros no tiene
tan acostumbrados al aburrimiento.
Descubriremos que es el mismo mundo el que nos
asombraba que ese que hoy no nos asombra. Algunos podrán objetar que nosotros
hemos cambiado, yo sugeriré que seguramente sí, seguramente hemos cambiado,
como cambia el mundo, como cambian los niños, como cambia el asombro. Podremos
no asombrarnos de las mismas cosas, pero siempre podremos asombrarnos.
La vida es sorprendente. Insisto, vivir es de suyo una grata sorpresa,
la más grata de todas. Desde que nacer es algo que realmente no podríamos haber
esperado.
Lo que
parece realmente importante es qué hacemos con eso, con ese segmento impagable,
inconmensurable en cualquier comparación, inaudito.
No sabemos hacia donde vamos, ni si quiera sabemos
si vamos hacia algún lado, si tenemos partes, pero me siento en esta silla y
estoy mas vivo de lo que he estado siempre. Lo que sea que suceda, sólo
sucederá ahora. Nadie jamás estará en este lugar pensando en esto, sólo yo
puedo vivir por mí.
Un poco viejo siendo muy joven, he perdido ya
cualquier interés por la originalidad. Me estoy moviendo en un terreno
sumamente básico, nada hay mas elemental que la vida, por lo que mis
pretensiones no suponen lagrimas o exaltaciones, estoy expresando algo muy
simple pero que quizá por ser tan simple lo ignoremos o lo desatendemos.
Podríamos pasarnos la vida persiguiendo una
individuación que sólo nos volvería una
célula de una masa aglutinada e
indiscernible.
Esta es mi humilde distinción. Aquí están mis yoes,
en un intento utópico de reunirse y redefinir algo que vivo redefiniendo y que,
por recurrente que parezca, creo que ahí yace la gracia de la cuestión. En
pensar esto, sin tantas extrapolaciones lingüísticas o pretensiones de elevarse
a las estrellas, acá, en una silla, en unos quince minutos de realismo mágico.
Si, sé que realidad y magia son
contradictorias, pero los hombres somos así.
Para empezar un gran proyecto, hace falta valentía. Para terminar un gran proyecto, hace falta perseverancia....La capacidad de asombro hace que uno le encuentre todo el tiempo un nuevo sentido a la vida, y nos permite seguir sorprendiéndonos, la pulsiòn epistemofílica de los niños es algo que nunca debemos perder, el cuestionarse todo el tiempo el por qué, hace que suene mas divertido!!! Abrazo!
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