viernes, 6 de julio de 2012

Cómo llegamos a esto







He tenido mis dudas en cuanto a la publicación de este artículo en el blog y a cerca de la categoría o columna bajo la cual sería publicado. Entiendo que es algo bastante personal y que el trauma circunstancial también lo es pero entiendo también que hay algo cercano a la circunstancia que uno siempre puede decir luego de hallarse en situación.
Esto no pretende exponer abiertamente las peripecias o infortunios de quien escribe, tampoco es la bitácora de un secuestro y posterior asalto. Esto es una parte de la vida de todos y no puede escaparse a mi vida.

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Estoy conmovido porque hace algunos días se ha profanado la privacidad de mi cuerpo, de lo que soy, de lo único que realmente me pertenece que es mi libertad. Me han suspendido esa libertad por un período breve de tiempo y aún siento las manos encima acosándome para quitarme cosas que realmente no valen nada.
Miro a todos lados y entiendo cada vez menos, me he negado a escribir esto apenas un par de días pero escribir es una de las pocas cosas que sé hacer y por ello voy a seguir haciéndolo.
En pleno centro de Córdoba me han subido a un auto y me han llevado a un barrio oscuro para robarme. De verdad no me gustaría olvidarme lo que pasó pero quizá no me gustaría recordarlo tanto.
Creo que existen una infinidad de cosas que se nos escapan todos los días y a mí, como a todos, un montón de cosas se me escapan también.
Sé que si me cruzara con alguno de los tres sujetos los reconocería. Sé también que no cambiaría nada haber visto la patente del auto en el que me llevaron para que pudieran “atrapar” a los “culpables”.
Desde que esto sucedió me he preguntado quiénes son los “culpables” y es simple decir que los culpables fueron ellos, tiene hasta cierta lógica la cuestión de culpar a los ladrones/secuestradores.
Desde el momento en el cual llegué a la comisaría, por la ayuda de un vecino que acobardado tras las rejas de su casa me auxilió llamando a la policía, me pidieron una descripción de las personas que me habían hecho esto. Siempre contesté que estaba oscuro, que estaba asustado, que no eran lindos a la vista pero que sería difícil dar descripciones. Dije sin pensarlo que los muchachos, tan adultos como yo, no sabían lo que hacían. La persona que me estaba tomando declaración, muy cordial por cierto, me miró extrañado. Yo por supuesto no seguí con esta teoría de que todos somos culpables porque el que se había quedado sin algunas cosas y había pasado un momento espantoso había sido yo. No pude evitar seguir pensando y las personas que me quieren sinceramente agradecen que sólo me hayan robado, no sé a quién le agradecen, yo creo que es sólo una casualidad. No busco culpables porque o todos somos culpables o ninguno lo es. No sé exactamente cuánto hice o dejé de hacer con mis 26 años para que pasen cosas como esta pero sé o al menos me siento responsable de ser parte de esto, de ser parte de lo mismo que aquellos que me pegaban para robarme un anillo que me regaló una tía que adoro, un reloj que me regalaron cuando terminé el secundario entre mis padres y mi abuela a quienes amo con locura y una billetera que tenía 70$.
No tengo miedo de salir a la calle a la misma hora que esto pasó (4:30 a.m.) y pasar mil veces por ese lugar. No voy a tener miedo, de hecho estaba tan concentrado en pensar cómo impedir que me violaran que tuve poco tiempo para pensar en otra cosa. Pero sé que no son ellos, ni yo, sé que no saben lo que estaban haciendo, se que no se los enseñaron como me lo enseñaron a mi porque tuve la suerte de nacer en otras circunstancias en las que ellos no. No soy cristiano, no quiero sonar cristiano. Estoy convencido de que no son culpables y, si lo son, son tan culpables como cada uno de los que estamos pasándola mejor y no hacemos nada para que esto cambie. Tampoco es mi intención hacer política, ni si quiera filosofía. No me siento inspirado. Publico esto por dos razones fundamentalmente: porque es mi deseo ferviente que esto cambie para todos y porque todos tenemos algo que hacer si queremos que esto cambie.
Todos, indefectiblemente, representamos virtudes y deficiencias de esta sociedad a la cual conformamos.

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