viernes, 31 de agosto de 2012

Rebelión en la granja (1954)



Magnífica exposición con una claridad conceptual que no asombra dada la propia claridad de la novela de Orwell. 
Dramatización plena de la patología del poder.
Sin pensarlo demasiado, me recuerda a una metáfora muy interesante y gráfica que se hace con el juego del ajedrez. Lo particular de la metáfora es que no está plasmada en el juego en sí del ajedrez, no es una apología de la estrategia sino  una humanización de tablero y las fichas.
La metáfora o apología del poder consiste en una imagen sencilla en la que todas las fichas o de poder (torre, caballo, alfil, rey y reina) se encuentran sobre el tablero. Por debajo del tablero, está un peón, uno solo, aunque bien podrían ser varios, sosteniendo el tablero o bien, inclinándolo para hacer volar del mismo a las piezas de poder. Los peones podrían pasarse el juego ignorando el poder que tienen pero a veces se despiertan, dejan de pre-ocuparse y se ocupan de si mismos. 
La película es categorizada como una sátira y la verdad, reniego de que haga reír. Creo que sólo es una fábula, un drama profundo muy bien plateado ya en su creación literaria y excelentemente adaptado al cine con algunos cambios que se notan pero que no alteran la intención de Orwell.
No ignoro la revolución rusa, ni la cubana, ni la supuesta revolución venezolana. Indefectiblemente existe una patología del poder. Aparece tan real y tan intangible el poder que en principio me lleva a la perplejidad en cuanto a la condición humana. Pero inmediatamente la bruma desaparece y veo al poder articulándose de la misma manera por doquier. En los cargos públicos, en el ámbito privado, el quiosquero que atiende a la madrugada, el grandote que custodia la entrada a un boliche, el encargado del edificio. El discurso de Orwell toma una dimensión más interesante cuando se piensa en una granja y con  diversas especies animales. Hay una analogía magistral.
Muy recomendable, muy frontal e interesante desde el punto de vista pedagógico aunque cuidando muchísimo el criterio.

El Presente Perfecto (Segunda parte)

Algunas observaciones sobre qué sea eso que entiendo por pasado 

La evidencia de la denominación “pasado” no da lugar a ambigüedades, el pasado es eso, lo pasado, aquello que ya pasó. Sin embargo, estimo que es posible tener otra perspectiva del pasado o lo pasado. Desde ésta perspectiva sugiero que el pasado no pasa. Esto se sustenta en dos cuestiones fundamentales. La primera es que lo pasado, de varias formas, es traído al presente constantemente, tanto en los instantes de conciencia como de inconciencia, en forma de recuerdo a través de la memoria. La segunda, es que los seres temporales individuales viven recuperando la vida que pasó a través de una resignificación constante del suceso pasado. A partir de estas dos concepciones es que sostengo entonces que el pasado no pasa, que está ahí, metido en el presente de la vida del que vive, acosando o apaciguando pero sobreviviendo al instante actual que marchita el paso del tiempo. 
La contradicción aparentemente surgente entre la concepción convencional del “pasado” y esta otra perspectiva que sugiero en torno al mismo “pasado”, se disuelve a partir de la introducción de la noción de resignificación. Dicha resignificación permite al pasado venir al presente, le permite ser vivenciado temporalmente pero esta vivencia resulta incomparable con la vivencia del presente. Es decir, el pasado está aquí, ahora, siendo pensado pero siendo pasado, jamás deja de percibirse como pasado. Lo que pasó vive en la vida del que vive. A través del recuerdo, de la significación y la resignificación. El recuerdo y la significación (resignificación) difuminan entonces el pretendido límite entre aquello que concebimos por pasado y aquello que concebimos por presente. 

Algunas observaciones sobre qué sea eso que entiendo por futuro 

Todos damos por hecho que el futuro es el porvenir, aquello que aún no ha pasado. Sin embargo, todos damos por hecho también que aquello va a pasar, que ineludiblemente el futuro va a suceder luego del presente. A partir de esto es que concibo que, el ser temporal que somos, vive en una zona confín entre el presente y el futuro, vive, pretendidamente, en el otro límite del presente. La vivencia del ser temporal de la mortalidad inmortalizada, habilita la pretensión de vivir en ese límite, de vivir como si: como si el futuro, como si la temporalidad futura estuviese asegurada o amarrada a un presente que pareciera diluirse entre sus propios límites; los del pasado, que no pasa y persiste en actualizarse a través de las resignificaciones concientes e inconcientes del recuerdo, y, los del futuro, pretendidamente actual a través de una deliberada inconciencia de la mortalidad. Hablo de una deliberada inconciencia de la mortalidad a partir de que, el ser temporal mortal que somos, ha debido, de varias maneras pero, sobre todo fundado en un adoctrinamiento tradicional, de vivir superficialmente la propia vida y por ende la propia temporalidad, anestesiarse, en un primer momento para olvidar esa muerte futura tan presente, y luego, esta anestesia ha perdurado tanto, que se ha vuelto una especie compleja de insensibilidad; una insensibilidad ante la posibilidad inminente del fin absoluto de toda sensibilidad y de toda posibilidad de temporalidad. 
El como si es un fingir, un fingir adscripto a vivir como si “tal cosa fuese no siendo tal o, como si no siendo tal, se vive tal que”. El como si es una simulación inocente pero, de suyo, sumamente deshumanizadora. Éste como si se da en su máxima expresión, su máximo fingir, en la huida sistemática a mortalidad inminente suscitada por la proyección de un futuro, de un instante improyectable que suceda al presente.

Imágenes - Fluorencia Carrizo

miércoles, 29 de agosto de 2012

El Presente Perfecto

Aclaración: el presente es un ensayo breve, pretendidamente filosófico, que intenta re-pensar qué sea aquello que al pasar llamamos "presente". Si bien considero que es un ensayo relativamente corto, los tiempos en internet suelen ser bastante más acotados que cualquier ensayo. Por lo cual, he pensado en ir publicándolo por apartados. Espero que lo disfruten.

El Presente Perfecto 
Sólo la realidad supera la nimiedad del suceso

Algo pasa, las sucesiones del tiempo se desnudan de actualidad revistiéndose de anterioridad. Sucesos pretendidamente actuales, proyectan sucesiones provenientes, esperables, aparente o pretendidamente reales.
Desplazando la frivolidad emplazada en el suceso por la cuantificación del tiempo, pretendiendo escindirme del movimiento in-detenible e in-observable del mundo, sujeto a pretensiones inocentes de describir una temporalidad, inconmensurablemente más compleja que la concepción del tiempo que tenemos, creamos y nos recrea progresivamente, es que intentaré pensar ésta temporalidad tan humana como el hombre mismo.
¿Cómo pensamos en el tiempo los hombres que actualmente lo vivimos con tal apuro? ¿Cómo pensar ese pensar a cerca del tiempo al que constituimos en la misma medida en la que él nos constituye? ¿Son los pretendidos conceptos de presente, pasado y futuro tan claramente distintos como nos referimos a ellos en la cotidianeidad? ¿Cuándo sucede el suceso? ¿Cuándo es real aquello que pretendemos por realidad?

 Introducción

En la imposibilidad del detenimiento real, he pretendido contemplar aquellos sucesos instantáneos en los que trascurre el vivir de cualquier ser ordinario. Atendiendo al suceder de instantes que tienen un tiempo, que son en un tiempo pretendidamente determinado. Me he pensado y pensado al hombre como un ser temporal aun ante la concepción nostálgica del instante pasado. Aun ante el abismo separador de nuestra metáfora cuantitativa, nuestra concepción del tiempo, del caos ininteligible del fenómeno que identificamos como mundo.
Para ese ser temporal que somos, existe un tiempo, hay un tiempo que pasa, pasante, pasado y, tergiversado con cierta ignorancia, existe un tiempo por pasar, por venir o un tiempo que no ha pasado.
A veces, como seres temporales que somos, surgen cuestionamientos a cerca de nuestra temporalidad a los que difícilmente podamos darles respuestas definitivas.
De aquí, que se deprendan una serie de especulaciones a cerca de la temporalidad que abarcan los tres momentos temporales por excelencia: pasado, presente y futuro.
Éste ensayo tendrá por objeto versar en torno a un grado especial de presente, el presente en el que todo sucede, el presente que denomino perfecto.
En adelante, consideraré brevemente qué sea eso que entiendo por pasado y por futuro para, posteriormente, esgrimir una concepción de presente dentro de un marco teórico-conceptual correctamente planteado. No pretendo, en principio, realizar una genealogía del tiempo sino que lo tomaré como una concepción propia del ser temporal que somos. Es decir, pensaré todas las cuestiones atinentes al ensayo sin redundar en preguntas existenciales a cerca del tiempo o buscando las causas originarias de la concepción temporal que el hombre tiene del suceso de la vida.
No me detendré en consideraciones acerca de qué sea eso que llamo “ser” dado que sólo llamo “ser” al ser que existe ahora, con posibilidades plenas de remitirse a un pasado o divisar un futuro, llamo “ser” simplemente a éste capaz sostener ahora las hojas en las que he depositado mi texto. El uso del término “ser”, remite a la imposibilidad de remitirme al “hombre” como “sujeto”, “persona” o “humano”. Tales conceptos, contrastan indefectiblemente con la visión que intento plasmar en este trabajo. Aun a sabiendas de la carga lingüística del controvertido término “ser”, me arriesgo a quedarme con él porque es sin lugar a dudas el que más refleja la inmersión inescindible del hombre en el mundo, que no podría pensarlo como “sujeto”, ni “persona”, ni en su dimensión “humana” sino, y en relación al tiempo, sólo en su ser, su ser en el tiempo.
En cuanto a la complejidad lingüística del texto, decir que cuestiones complejas exigen un tratamiento y por ende, un lenguaje un tanto más complejo que el lenguaje al uso y por supuesto, de parte del lector, un esfuerzo acorde.


Imágenes por Fluorencia Carrizo

lunes, 20 de agosto de 2012

Respuestas




19/8

Cómo definimos qué es el amor. El "amor puro"… esto se asemeja a las pretensiones de la filosofía kantiana. Quizá se ha cargado mucho la palabra “amor”. Yo creo que amar es también amar en la diferencia, al diferente, al real. El mundo, un caos presuntamente ordenado, nada entiende de órdenes o formas de amar. Las formas, como las bondades del amor sólo encuentran su basamento en el fondo de nuestros sentimientos. 
Cargo contra la proposición de eternidad porque entiendo lo efímero del mundo, lo efímero de la existencia y en esa fugacidad que estamos perpetrados sólo por nuestras cálidas ilusiones. El devenir irrefrenable del mundo nos tiene como parte constitutiva de ese cambiar que no entiende de identidades o permanencias. La dificultad de amar se presenta en esa imposibilidad de permanecer uno y el mismo y de que el ser amado, permanezca uno y el mismo. Porque cambiamos, mal que nos pese siempre y el juego del amor se juega siempre en ese cambiar.
Y a quien se sospechó una mala elección, decirle que lo recurrente en el amor es la imposibilidad de elegir nada. Vivimos la recurrencia de un pasar, de cosas que pasan y las elecciones o la creatividad quizá se recluyen a rincón muy pequeño de esos mundos pequeños que diseñamos para ser de vez en cuando. Ante la ausencia de elecciones, ninguna elección podría ser la correcta, sino todas incorrectas. Porque no hay un plan, ni un destino, sino sólo seres siendo en un presente que se les diluye entre los dedos.
El mundo no sería bello si… el mundo ya es bello. Al menos para mí, pero la belleza depende de quién lo mire, como todo. 

Es de muchas maneras una impertinencia hablar del amor como si uno poseyera los manuales teóricos del tema AMOR. Yo puedo hablar de mi amor como un Silvio Rodríguez cualquiera o puedo hacerlo a lo Leonardo Vergara: …He amado,/y amaron tanto antes de mí/que el amor me ha concebido aun antes de que me concibiera el sexo./ He concebido la transcendencia en mi vida sólo a través del amor,/He concebido todo a través del amor, /porque el amor es lo único que existe, /es el amor lo único que realmente conozco. (Credo, Fragmento)

domingo, 19 de agosto de 2012

Y ¿qué será aquello que al pasar llamamos libertad?



Resuena esa pregunta, fatídica pregunta por la libertad. Aberrante cuestión inflándose desde el símbolo hipócrita, evaporándose en lo real. Abundan circunstancias de libertad, hasta sobran circunscriptos.

Quién no pasea su corazón por las estrellas a la divina del dios que lo confiese y encuentra allí entonces un claro libertario. Quién no podría arremangarse algunos prejuicios y luego salir a la vida para estrecharse en un abrazo con la diferencia. Podríamos acusar el encierro, el hermetismo de aquel que se pierde entre diálogos con sus silencios.

Resuena esa pregunta, fatídica pregunta por la libertad. Aberrante cuestión inflándose desde el símbolo hipócrita, evaporándose en lo real. Abundan circunstancias de libertad, hasta sobran circunscriptos.

Quién no se embriaga del verde césped de su pequeño jardín cuando lo inunda desprevenido la primavera. Quién no se queda colgado de una luna entera o de una media luna cuando sólo la rodea ese lóbrego tejado del mal, cuando las horas demoníacas lo desordenan todo y el sueño desaparece mientras todos duermen.  Quiénes no oscilan  cual péndulos letárgicos  cuando todo huele y sabe al momento inoportuno aunque el pasado sólo hubiera apestado y sabido a eso.

Resuena esa pregunta, fatídica pregunta por la libertad. Aberrante cuestión inflándose desde el símbolo hipócrita, evaporándose en lo real. Abundan circunstancias de libertad, hasta sobran circunscriptos.

¿Quién es libre? ¿Quién no lo es? ¿Quién cree serlo y quién no lo cree? ¿Qué será aquello que al pasar llamamos libertad?
Cómo ser libre si la concepción profunda de aquello que se predica se escurre a la mente ociosa. Cómo pretender en la ignorancia, el analfabetismo y la miseria si quiera soñar con libertad.
Tan aturdido como endemoniado por la condición inescindible de esta humanidad que me coarta tanto como me libera, moriré preso de esta circunstancia natural que me hiere y me deslumbra tanto como me engaña y me seduce. El instinto, una sapiencia superflua enmascarando una ignorancia de lo más profunda. Un infinito imposible, mostrándose en el fondo de los fondos.
Malditos: maldita pregunta, maldito lenguaje inexorable, maldito mundo inaprehensible.
Afortunados: próspero acaecer parecido, fausto pensar pretensioso, dichoso recordar.

Resuena esa pregunta, fatídica pregunta por la libertad. Aberrante cuestión inflándose desde el símbolo hipócrita, evaporándose en lo real. Abundan circunstancias de libertad, hasta sobran circunscriptos.

miércoles, 15 de agosto de 2012

Los líderes


El Coronel (Relato breve sobre la batalla de San Lorenzo)


La noche cálida se aleja y se acerca el alba. Nadie dormía y nadie había dormido. El fresco del amanecer se cuela por las ventanas y el instinto de muerte de los hombres corta el aire. La respiración ha desaparecido con la llegada de los primeros rayos de sol.
Ya no hay tiempo, algunos se detienen para abotonarse la casaca y el coronel en silencio los mira. Se apresuran y corren, botones desprendidos y lanza en mano, afuera los esperan ansiosas la gloria y la muerte. Sólo queda un hombre alistándose en el convento. El coronel mira al suelo mientras expira una bocanada de humo. Se acomoda el falucho y su áspero rostro le clava la mirada al tembloroso soldado…

- ¿Tiene miedo Baigorría?
-  Sí señor, mucho señor...
- ¡Envaine Baigorria y asegurese de que esos hijoputas se caguen en los pantalones!
- ¡Sí señor!

Baigorria sale al trote, El Coronel recorre la habitación con la vista y suspira profundamente. Su mano derecha palpa el sable y su mano izquierda le rasca la barbilla. Termina de abotonarse por fin la casaca y camina hacia fuera.
Ciento veinticinco machos montados y cincuenta machos a pie miran dubitativos al Coronel que desciende pausadamente los escalones del convento. Un miliciano le acerca su caballo y El Coronel se monta en el mismo lentamente.
Las miradas de los hombres se cruzan todas, los caballos parecen ansiosos y el cura franciscano se asoma por la ventana para saludar amablemente al Coronel. El Coronel lo mira y asiente con la cabeza sin emitir un sonido.  Sólo se escuchan las patas de las bestias sacudir la tierra. El Coronel levanta su brazo e indica que es hora de avanzar. Los caballos de a poco comienzan a andar.
Mientras tanto, dos cañones, cuarenta fusiles y doscientos cincuenta realistas abandonaban el barco en las tranquilas aguas del Paraná. Se dirigen hacia el convento para buscar suministros.
Los machos aguardan en la retaguardia del convento, aguardan el sonido de la patria, aguardan el sonido de la muerte.
En un movimiento de pinza se desplazan los machos conducidos a la izquierda por El Coronel y a la derecha el capitán Bermúdez. 
Suena el clarinete y se hielan las pieles de todos, se hielan y se queman. Al galope, desenvainan y los gritos de terror son escalofriantes e inentendibles. El Coronel tiene tiempo para darse cuenta de que ha fallado el pronóstico: el ala derecha llegará tarde a la batalla. El calor le sube por la espalda y no se inmuta, su sable tiene sed de sangre española y él mismo tiene sed de credibilidad.
El Coronel atraviesa de un sablazo a un contrincante y se alza una polvareda que no deja ver al metro. Un disparo corta la carrera del caballo y la bestia se desploma violentamente. El Coronel atontado intenta levantarse y no hay esfuerzo que se lo permita. Su pierna ha quedado atrapada entre la bestia y su tierra. Se oyen cañonazos y por detrás se escuchan los sablazos desgarrar la carne humana. El Coronel enfurecido lucha contra el peso de la bestia que le ha roto la pierna. Él sabe que la muerte lo asecha. Un realista eufórico corre hacia él mientras destila por los poros el instinto asesino. La sangre salpica la cara del Coronel pero el no siente nada. Cuando aclara su visión, el realista se desvanece ante su mirada trémula atravesado por una lanza. El Coronel recorre un poco el paisaje y ve a Baigorria empuñando la lanza que le ha salvado la vida, Baigorria lo mira al Coronel y El Coronel lo mira a Baigorria…

-¡Pelee mierda!- Grita El Coronel…

El Coronel sigue sintiendo el asecho de la muerte. Un moreno analfabeto que murmura en guaraní  intenta ayudarlo. Cuando El Coronel se ha zafado por fin del apretón del caballo, el moreno que lo observaba reponerse es atravesado por un sablazo, otro y otro sucesivamente hasta contar más de diez. El Coronel recoge una lanza y atraviesa al invasor asesino del aborigen negro que yace agonizante en el suelo al tiempo que el ala izquierda comandada por el captan Bermúdez se incorpora a la batalla.
Los realistas, superiores en número, se ven desbandados y comienzan a huir despavoridos. Algunos se lanzan por el barranco, la mayoría, con suerte, consigue llegar a la flota.
Han pasado apenas diez minutos y yacen más de cien cuerpos en el suelo, más de cincuenta de ellos yacen sin vida. El olor a sangre y a tierra invade el aire, El Coronel sólo respira gloria, la gloria de los nuestros.
Bermúdez, herido por un disparo, desciende de su caballo y se acerca al Coronel, El Coronel le da una palmada en la espalda y se dirige rengo hacia el negro que todavía agonizaba. Se inclina entonces a pesar de los golpes y apoya cálidamente su mano sobre el pecho del enorme  macho afroindigena que lo mira con los ojos perdidos y apenas si tiene fuerza para quejarse. El Coronel formaliza en una sonrisa retorcida un gesto de agradecimiento. El negro se inclina apenas y sujetándose del hombro del Coronel dice a desgarrada voz…

- ¡Muero contento, hemos cagao a esos mierdas!    


FIN

Los líderes tienen algo además del cúmulo de caracteres que se le puedan reconocer. Estimo que tienen algo que produce más que una admiración empalagada por el éxito y mucha menos alquimia y más humanidad de las que se les suelen adscribir en los discursos.
Quizá aquellos grandes líderes hayan entendido, no sin haber tropezado varias veces, que el oponerse ideológicamente sólo debe fundarse en razones que ellos mismos hayan sometido a un obsesivo examen. Quizá hayan entendido, no sin renegar muchas veces de sus propios egos y soberbias, que los proyectos se construyen y que para llamarse intelectualmente proyectos deben ser construcciones que no pueden tener basamento en una premisa remota y personalizada. Quizá hayan entendido, no sin padecer una suerte desfavorable muchas veces, que la buena fortuna es sólo eso y que es el empeño y la capacidad lo que acerca los hombres a las proezas y no las fantasías infundadas y la fanfarronería barata. Quizá hayan entendido, no sin dudar y temer muchas veces, que la duda es el principio de cualquier conocimiento y que el miedo es tan humano como el hombre mismo.
Los hombres no somos iguales, ni si quiera ante las leyes que proclaman la igualdad. No todos son líderes, por esto es que estimo que los líderes tienen algo que rebasa la capacidad de institucionalizar las revoluciones, que escapa casi con terror a institucionalizarse a sí mismos como  representantes de la política, porque entendieron que la política se acaba cuando no se trata de todos y comienza a tratarse de uno.
Los líderes tienen algo de patriotas pero tienen mucho más de hombres libres. Jamás podrían quitarles la libertad. Porque albergaban libertad tanto como albergaban la mortalidad que todos albergamos, porque entendieron que la libertad no era creer que lo imposible era realizable, entendieron contra todos los prejuicios, que el hombre es la medida de sus posibilidades no porque estas sean infinitas, sino porque sólo se puede ser libre si se conocen las posibilidades.
Que vasta enseñanza a partir del ejemplo y de la hazaña nos han legado hombre como El Coronel José Francisco de San Martín que no fue libre ni por impetuoso ni por atrevido. Fue libre porque jamás pudo negarle al hombre que él era lo que más tenia de suyo, la libertad. Fue líder porque siendo todo lo que fue, sólo fue un gran conocedor de sus posibilidades.
El honor de describir a un hermano de la libertad no se agota ni en diez ni en mil palabras, el aniversario por la muerte de San Martín no es sólo un gran día para la patria, debiera ser por decreto el día de la libertad.

martes, 7 de agosto de 2012

Esa niña del violín


Tengo una recurrencia muy fuerte a abrumarme por “cosas pequeñas”, por “detalles” dirían algunos, pero la cuestión es quién está capacitado para definir el peso de las circunstancias. Quién, en su ignorancia, puede adjetivar “detallismos” o “pequeñez” a aquello que me abruma y tanto así que me excede.
Es cierto que vivimos una vida compleja y atiborrada de sucesiones momentáneas que no dan tregua si uno pretende vivirla intensamente. Todo está ahí y, de repente, todo no está. Todo cambia y hay otro todo inaprehensible que se nos está escapando como se nos escapa el tiempo o nos rehúyen los detalles, los gestos, el significado de las palabras, los sentimientos y las poesías.
Sin querer y con cierta envidia recuerdo al “boludo” de la Balada del boludo de Isidoro Blaisten (1933-2004) que usaba el corazón de corbata y lo llevaba bajo la lluvia aunque se mojara. Cuánto se nos queda en ese no mirar las estrellas para abajo, en ese no mirar la lluvia desde arriba. Cuánto en pos de no ser unos “boludos” como diría mi estimado.
Y estamos, sumidos en esa epopeya trágica que nos olvida tanto como nos olvidemos de eso, de aquello, de esto otro, de nosotros. De esa astucia intratable que teníamos cuando llegamos al mundo y decíamos nuestras primeras palabras, robábamos nuestros primeros besos o nos desvelábamos las primeras veces.
Me asusta la vida pero me asusta bastante más la muerte. Inevitable la segunda, sólo puedo entretejer una interesante dialéctica con la primera, que está ahí ininterrumpidamente reclamando-se, reclamando-me.
Ser, haber sido, ser nuevamente y seres futuros. ¿Cómo separamos tajantemente aquello que concebimos como sido y nos ha acarreado y viceversa hasta este ser actual? ¿Cómo acuchillamos una identidad pretendidamente continua? ¿Cómo desgajarnos como a una simple naranja cuando apenas podemos concebirnos uno mientras nos miramos inocentemente a un espejo? 
Somos, es una certeza física y hasta matemática, fuimos y podemos exceder ese estado psicológico que nos posiciona en retrospectiva acudiendo a la póstuma materialización de nuestro ser pasado en una fotografía. Seremos, al menos por ahora, ahora, ahora y quizá en esa añoranza humana de existir un ratito más.
¿Fuimos niños? ¿Somos adultos? ¿Seremos viejitos? Prefiero abstraerme hasta, por lo menos, sentir lo contrario.
¿Será que va quebrándose esa identidad y estamos tan lejos mi yo de mis otros yoes? Hasta la palabra “identidad” nos sugiere continuidad, nos sugiere que somos ese uno “idéntico” a si mismo y hasta nos documentan con un D.N.I. (prohibido cambiar debería decir, prohibido volverse adulto debería decir, prohibido dejar de sonreír, prohibido volverse un espasmo, prohibido hacerse viejo y sentir nostalgia, prohibido vivir).
Me quito todos los sombreros que jamás usé ante la vida que me abruma y me invita todo el tiempo.
Agarro este corazón de metáforas para ensuciarlo, mojarlo, jugar con él y tanto más.
El tiempo pasa para nosotros, pero ¿qué sabrá la vida del tiempo?