viernes, 31 de agosto de 2012

Rebelión en la granja (1954)



Magnífica exposición con una claridad conceptual que no asombra dada la propia claridad de la novela de Orwell. 
Dramatización plena de la patología del poder.
Sin pensarlo demasiado, me recuerda a una metáfora muy interesante y gráfica que se hace con el juego del ajedrez. Lo particular de la metáfora es que no está plasmada en el juego en sí del ajedrez, no es una apología de la estrategia sino  una humanización de tablero y las fichas.
La metáfora o apología del poder consiste en una imagen sencilla en la que todas las fichas o de poder (torre, caballo, alfil, rey y reina) se encuentran sobre el tablero. Por debajo del tablero, está un peón, uno solo, aunque bien podrían ser varios, sosteniendo el tablero o bien, inclinándolo para hacer volar del mismo a las piezas de poder. Los peones podrían pasarse el juego ignorando el poder que tienen pero a veces se despiertan, dejan de pre-ocuparse y se ocupan de si mismos. 
La película es categorizada como una sátira y la verdad, reniego de que haga reír. Creo que sólo es una fábula, un drama profundo muy bien plateado ya en su creación literaria y excelentemente adaptado al cine con algunos cambios que se notan pero que no alteran la intención de Orwell.
No ignoro la revolución rusa, ni la cubana, ni la supuesta revolución venezolana. Indefectiblemente existe una patología del poder. Aparece tan real y tan intangible el poder que en principio me lleva a la perplejidad en cuanto a la condición humana. Pero inmediatamente la bruma desaparece y veo al poder articulándose de la misma manera por doquier. En los cargos públicos, en el ámbito privado, el quiosquero que atiende a la madrugada, el grandote que custodia la entrada a un boliche, el encargado del edificio. El discurso de Orwell toma una dimensión más interesante cuando se piensa en una granja y con  diversas especies animales. Hay una analogía magistral.
Muy recomendable, muy frontal e interesante desde el punto de vista pedagógico aunque cuidando muchísimo el criterio.

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