domingo, 2 de septiembre de 2012

El Presente Perfecto (Final)

A cerca de aquello que pretendemos por presente 


De las separaciones tajantes de los instantes del tiempo, sólo pueden extraerse frustrantes conclusiones. Los seres temporales no percibimos la temporalidad tal como pretendemos describirla, claramente separada, claramente distinguidos sus límites. Los límites continuamente se mueven, sin un orden, sólo siguiendo al caos que envuelve al movimiento al cual somos indiferentes por naturaleza. Los límites siempre están jugando ese papel de traidores de la razón, están donde están y de repente, no están. Lo que queda a los lados se desdibuja y sólo adquiere un pretendido orden lógico impuesto por un ser temporal que huye constantemente al caos natural. 
¿Cómo dejamos fuera de la discusión a los límites del tiempo en una discusión acerca del tiempo? ¿Cómo versamos a cerca de algo que naturalmente no está definido? 
La única salida parece ser concentrarnos en aquello que nuestra lógica nos permite aprehender en medio del caos genealógicamente eludido por nuestra naturaleza. Me detengo aquí, en el ser temporal que soy, porque concibo el tiempo y en gran medida puedo decir que soy el tiempo y no en el tiempo. 
Volviendo a nuestras pretensiones originarias, ¿qué es aquello que pretendemos por presente? 
Es común la identificación del presente con el ahora. Sin embargo, entiendo, que al decir “ahora”, al decirlo, al percibirlo, lo dicho y lo percibido, se dan en una desambiguación de aquel instante que realmente pretendemos señalar al decir “ahora”. Esto es, aquello que pretendemos por presente, se constituye, formalmente, de una vaguedad, de un concepto confuso, indeterminado. Lo cual resulta lógico, los pretendidos límites no existen. Por ende, la concepción justa, determinada o concreta de aquello que llamamos presente no es posible. Los sucesos instantáneos, que pretendemos linealmente temporales, no se limitan claramente y es por esto que el pretendido presente, se desdibuja, se mezcla con las ya difusas concepciones de pasado y de futuro. 
Sin embargo, el mundo sucede, está sucediendo, aprehendido por la estructura lógica que sea y, nuestra estructura lógica, persiste en ordenar el suceso del mundo dentro de la temporalidad. Entonces, aquello que sucede, dentro de nuestra concepción temporal en un instante determinado, es percibido, pero esa percepción, como decía anteriormente, se da en el orden de una desambiguación del instante en el que el suceso sucede. Es decir, cuando lo aprehendemos, cuando somos capaces de advertir la ocurrencia del suceso, el suceso real ya pasó, ha pasado, es pasado. Aun así persistimos en llamar presente al instante de aprehensión. 


El presente perfecto 


Hay un instante en el que todo sucede, en el que podríamos decir, aventuradamente, que todo, absolutamente todo, está sucediendo. Pero ese instante, real, el instante más real dentro de la temporalidad, no es abarcado por todo el concepto de aquello que vagamente pretendemos por presente. La realidad máxima de este instante se debe, por supuesto, a que éste, es el instante en el que todo y absolutamente todo tiene lugar. 
¿Cómo escindimos entonces el instante en el que todo sucede de la concepción banal que tenemos del presente? Llamo al instante, a ese instante en el cual decir “ahora” designa un instante pasado, presente perfecto. Este presente perfecto es el instante en que todo y absolutamente todo sucede, el cual se constituye claramente como un grado especialmente determinado de aquella concepción indefinida que pretendemos por presente. 
El presente perfecto, el instante en que el suceso está sucediendo, es suma realidad, es la máxima expresión de la temporalidad y por ende, del ser temporal que somos. 
Esta perfección temporal realísima, está exenta de la sensibilidad y/o la razón que abruman a los otros instantes temporales. En el presente perfecto, sólo hay suceso. La sensibilidad y/o razón quedan exentas de ésta que se erige como la única realidad temporal. El presente perfecto, es posibilidad en acto. Todo lo que sucede, no sucede sino en este instante. La elección, la decisión y/o la acción del ser temporal que somos, son anteriores y/o posteriores al presente perfecto, nunca simultaneas, en el presente perfecto sólo hay suceso sucediendo. 
Éste instante, abrumadoramente real, podremos entenderlo a posteriori, como el albergue único de la vida, como el único albergue de la vida viva y viviente. Allí, en el suceso drásticamente pasado que llamamos “ahora” por pretenderlo erróneamente actual, allí sucede la vida que vivimos, allí vive vívidamente la única realidad.

Imágenes - Fluorencia Carrizo

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