martes, 18 de septiembre de 2012

Neuronas y creencias


En principio pensaba en las creencias, de hecho hablaba sobre ello brevemente. Con alguien, con otro interlocutor. A veces hablo conmigo mismo pero suelen ser discusiones interminables. Prefiero hablar con otras personas, los otros en algún momento se cansan o se van. Conmigo es otra cosa, siempre estoy donde sea que esté.
La cuestión es que pensar en las creencias, me llevó a pensar en la capacidad para creer. Porque uno no cree lisa y llanamente en algo aunque muchas veces así lo parezca. Uno es capacitado, de las maneras más y menos pensadas, para creer en algo. Luego, cree.
Pensar en estás capacidades me llevó a pensar en neuronas y, como ignoro cuántas tengo, se me ocurrió utilizar un número simbólico. A partir de ese momento altanero decidí que tenía 4 neuronas. Sí, 4. El 4 es un lindo número pensé, de hecho hasta me parece estéticamente una linda figura. Admíreselo: 4.
Por lo tanto, 4 neuronas. Una de ellas situada en cada ángulo de mi cuadrada cabeza. Dispuestas así, podríamos tranquilamente hablar de una conformación geométrica y formalmente ideal. Advierto que siempre me gustaron más lo números pares. Últimamente voy encontrándole la gracia a cualquier número. Quizá el que me gustaran más los pares podría deberse a cierta vocación de paridad, de ¿equilibrio? Quizá sólo se deba a la insipiencia de cierto romanticismo diluido en aguas cuánticas. Veámoslo, es romántico lo par, en la disparidad hay un tragicismo tangible: alguien pierde, alguien se queda solo, alguien no baila, etc. Lo par hace juego con esas novelas al uso que nunca pasan de moda, las de la tele que no las veo pero permítaseme presumir un poco. En las novelas todos empiezan solos o casi todos (los protagonistas principales pueden estar eventualmente comprometidos) pero al final indefectiblemente nadie se queda sin pareja. Recuerdo nítidamente a mi madre y a mi abuela especulando sobre quién se iba a quedar con quien al final de cada tira.
Lo curioso son mis 4 neuronas y mi capacidad para creer en ello. Aparece simpático, es un número relativamente sencillo de manejar y suena bien. “Bien”, es extraño como un calificativo moral pudo volverse estético: cantar bien, escribir bien, actuar (teatralmente) bien, etc. Cómo la estética se constituye en un “bien”.
Por cierto, suena bien, el 4 suena bien para mí y lo creo. ¿De qué se trata entonces esta capacidad de creer? Estimo que existe un constituyente intelectual en toda creencia más allá de la obsecuencia o el fundamentalismo con el cual se la crea. Por caso, ¿cómo llegamos a cuestionarnos cosas? ¿Por qué llegamos a hacerlo? ¿Advertimos que el cuestionar cualquier creencia tenida es lógicamente un cuestionarnos a nosotros mismos?
Por qué creer en mis 4 neuronas, por qué no 5 o 6, por qué no estimar 100 mil millones sólo en cerebro y quizá 100 mil millones más diseminadas por el resto del cuerpo. El número, en particular, no hace la diferencia sino mi capacidad para creer en él. Nótese que estamos en un campo científico y que bajo ninguna circunstancia pretendo rebatir estudios de campo ahora. Las neuronas, mis neuronas, son una ilustración inocente. Hay mucho, demasiado, de capacidad y de capacitar-se para creer y esto no es un juego de palabras inocente: ¿por qué el 4? ¿Por qué dios?¿Por qué uno? ¿Por qué el lenguaje? ¿Por qué la realidad, la política, la ciencia o el arte? ¿Por qué lo que sea? Las cuestiones, como sea que se las ponga, re-crean (que se vea el uso literal de la palabra olvidado en los albores de la histórica re-creación del lenguaje).
“Creo” que la seguimos después...

Imagen - Fluorencia Carrizo (http://www.fluorencia.com.ar/)

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