miércoles, 5 de septiembre de 2012

El ser y los miedos otra vez


En la introducción al tópico miedoso había terminado la columna con una serie de preguntas que considero interesante retomar:

“¿Cómo vivir entonces con nosotros mismos? Es rara la pregunta, porque fácil o difícilmente lo hacemos. ¿Cómo vivir los miedos? ¿Cómo sufrir-se sin caer bajo connotaciones que, por donde se las mire, representan concepciones desarraigadas de cualquier posible perspectiva humana?” (En “El ser y los miedos”)

En principio, estimo que todos somos seres condicionados. En general, manejamos un concepto de libertad que tiene poco que ver con la condición real del ser humano. Quizá la cuestión no pasa por estar liberados de cualquier condicionamiento (lo cual creo que es sencillamente imposible), sino por la posibilidad de un reconocimiento de esos condicionamientos. En primer lugar, por una ontología básica, reconocer lo que sea que nos afecte es reconocernos a nosotros mismos. En segundo lugar, la posibilidad que brinda ese reconocimiento es precisamente la de reconocer-nos en aquello que está condicionándonos. Porque si bien los miedos y las condiciones son nuestras, no es menos cierto que muchas veces hay razones externas que afectan ese ser-en-condición. Están los otros, somos con otros y la afección es ineludible. Lo inolvidable en este aspecto, es que los otros son también un yo, un uno, un condicionado-condicionante. Así es que se entreteje esta complejidad de afecciones que se disparan en todas las direcciones.
Ahora bien, quizá la posibilidad del reconocimiento nos permita discernir cuáles son nuestras condiciones (nuestra condición) y qué sucede con aquello que aparece afectándonos. No porque podamos evitarlo, entiendo que no compete a una decisión. Sino porque en el discernimiento seguramente se manifestará al menos más claramente aquello que somos, aquello que queremos y aquello que nuestras propias condiciones nos están impidiendo ser.
Ser es ser-en-condición pero lo remarcable aquí es que las condiciones no son sólo externas. Hay un ser (uno) capaz de engendrar condiciones propias de un vivir que no es individual.
Ahora bien, entiendo que la posibilidad de superar-se tiene bastante que ver con una voluntad de hacerlo. No a pasos agigantados que al más mínimo topetazo retrocedan más de lo que hipotéticamente se avance. Me simpatiza la idea de los pasos pequeños pero firmes, lúcidos, prudentes.
¿Qué serán la firmeza, la lucidez o la prudencia? Por ahora retóricas preguntas o preguntas para uno.
A la larga, los miedos o las condiciones no desaparecen, van cambiando,  y estimo que en condiciones ideales un ser in-condicionado no se parecería en nada a un ser humano. 

Imagen - Fluorencia Carrizo

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