miércoles, 18 de julio de 2012

Sombras, no sombras nada más


Casi todas las mañanas desayuno mis sueños pero hay otras en las que no desayuno. Me quedo, como quien no tuviera qué comer mirándome en la sombra que proyecto en las paredes, en los muebles, en el suelo que me conmina a pisarlo firme, que está ahí.
A veces llego a sentir nauseas por el hambre pero no puedo comerme un sueño que he dejado de soñar. Siempre puedo levantarme y hurgar los muebles o la heladera y comer pero simplemente no me lleno. Quizá jamás lo haga.
Se me atoran entonces las palabras todas en la misma mente, en el mismo instante en el que el mundo no se detiene a pensarme, ni a pensar en el hambre de tantos, en los sueños devorados de tantos que no pueden hurgar un mueble o un refrigerador, que no ven su sombra proyectarse al rededor.  Porque no tienen muebles, ni artefactos domésticos. Quizá no tengan un suelo y quizá peor, quizá no tengan luz.
Tienen sombra, todos tenemos una pero es raro no verla proyectada, es raro no verse proyectado, no proyectar, no proyectar–se. Es prácticamente inhumano despertarse sin sombra, sin proyecto, es tan insoportable que la sola idea me da terror. Así, aterrado, me quedo mirándome en una mesa, en una silla, en la pantalla apagada de un televisor que jamás enciendo. ¿Dónde estamos? ¿Dónde están todos? Porque es evidente que no puede serse sin sombra, que no puede serse a medias, que no puede caminarse sin pasos, ni desayunarse los sueños que se devoran otros.
No me lleno y quizá jamás lo haga.  Algunos se llenan, se comen todo, lo de los muebles, lo de los refrigeradores, las sombras, los pasos, los sueños, los proyectos. Es raro que aun no se indigesten, que sigan tragándose todo mientras a sus alrededores giran los goznes del mundo. Es aun más raro que el mundo los piense, que yo mismo los esté pensando. A veces siento deseos de que se atraganten hasta la asfixia todos y cada uno de aquellos angurrientos que se roban las sombras, los suelos y los sueños.
Luego, me detengo a mirar mi sombra que se engrandece y me abruman las posibilidades, desisto de desear asfixias e indigestiones. Desisto pero ¿por qué no podría yo devorarme sus sueños, sus sombras, sus zapatos y sus suelos? ¿Por qué no podría arrebatarles, sin que lo supieran, los muebles, las posibilidades y el tiempo?
Definitivamente, no todos podemos ser cualquier cosa. Podemos ser muchas pero no podemos ser todas. No puedo persistir en desear asfixias e indigestiones, no podría arrebatarles a quienes se ignoran arrebatados, no podría arrebatarle nada a nadie pero pienso en cómo es posible quitarles siempre a quienes ignoran qué se les está quitando todo el tiempo, toda la vida, toda la muerte.
Aquí estoy yo, seguramente volveré a dormirme esta noche y mi sombra me acompañará a mi cama y estará ahí cuando despierte. Habrá luz, zapatos, suelo que pisar firme. Estarán mis sueños y mi vida, que nadie se devorará nunca porque tendrían que matarme antes, pero ya no serán míos, ni tampoco será mía esta vida. Mañana todo será de ellos, de los sin sombras, de los sin sueños, de los sin suelo. Serán porque yo seré ellos.

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