En
la espectral diferencia están aquellos que vuelan con nosotros y a aquellos
incontables que vuelan sin nosotros. Las diferencias se adueñan de aquello que
llamamos “igual”, de aquello que denominamos “normal” y de aquello que juzgamos
“común”. No queda nada sino la diferencia que reinaba desde un principio ahora
imponiéndose con crudeza a las mentes capaces de sopesar aquello que les
sobreviene antes de si quiera emitir un sonido.
Vuelan
entonces los diferentes por diferentes caminos, sin caminos vuelan hacia donde
sólo las posibilidades y el azar caprichosísimo se lo permitan.
Sin
embargo, existirán diferentes que persistirán en llamar “igual”, en denominar
“normal” y en juzgar “común”. Que pretenderán, desde una soberbia espeluznante
y una imbecilidad somnífera, “aceptar” a aquellos que no vuelen “sus” vuelos,
que no sigan “sus” rastros o pretendan sólo volar sus vuelos.
Volarán
entonces soñando vestirse en ropas que jamás les regalarán, se soñarán
acariciando la caricia que no habrán dado jamás y anhelarán besar los labios de
la libertad y la posibilidad de lo amado, la posibilidad de si; que lo encarna,
lo lastima mientras pide, exige salir a gritarse a si misma, a cantarse la
dulce melodía del amor a la diferencia, del amor de los cómo quienes a los cómo
cuales.
Anhelará
pintarse y pintar el mundo de esa sonrisa real oculta detrás del espejismo de
las sombrías proyecciones ajenas, de los otros y la tortura de los otros
torturantes del ser imposibilitado. Torturantes olvidados de su propia
libertad, sumidos en jaulas de prejuicio olvidados de posibilidad mientras
señalan “inaceptables”.
Se
verán los “inaceptables” erigidos por sobre las cárceles del mundo en las que
encerraran todos, se oirán las risas vibrar en el aire teñido moralidad
indeleble y reirán también a la ironía.
La
asfixia social de las diferencias encontrará su fin cuando los “inaceptables”
logren respirar su propio aire, el que respiran todos ignorándose diferentes de
cada quien como de cada cual.
Será
sencillo descubrir otro en el otro y no esperar de él nada que no sea él mismo.
El
espectro imaginario de lo pretendidamente conocido por igual naufragará en la
penumbra sombría de la mentira, del fingir habitual del mundo que no conoce a
sus seres y de seres que desconocen sus posibilidades.
Las
estelas en los cielos se dibujarán del brillo propio de cada destello, los
caminos los caminarán aquellos que al menos lo intenten y la vida, es su cúmulo
metafórico de necedades, los aguardará a todos.
Resonará
en última instancia una cuestión final, ¿qué destella cuando destella el todo
ante el ser que se enamora del mundo? A veces sólo lo discontinuo, lo caótico y
lo mágico de la diferencia.
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