martes, 22 de mayo de 2012

(13) La raíz y lo originario (el invariable derramarse del andar)


¿Qué habrá en el principio? ¿Cómo es que habremos llegado a esto?
Sin hablar de valores. Nunca importaron, nunca importó lo que no sea propio de cada quién aun en la pretendida importancia. Lo que es de todos por ser de nadie, a nadie debiera importarle.
El tejido de relaciones es tan inmenso y omniabarcante que nos imposibilita el salirnos cual sujetos a mirarlo desde afuera, por arriba o el absurdo que pretendamos. Y el nudo, ciego, ata todo y todo se ata al nudo, duro, sólo como el mismo.  ¿Qué hay allí donde el nudo tiene su ser? Allí donde el nudo tiene su centro, su anudar.
Sospecho que allí, en la raíz, de todo, lo nuestro, esta el arte. Innegable, comprensible y distante, contradictorio, liberal y moralista, omnipotente deidad subestimada: todo lo puede.
El arte como raíz de todo. ¿Qué trasfondo podríamos acusar de no ser artístico?  Si somos nosotros arte que se expresa en todo y aun en la inexpresión cotidiana. Cuánto arte esconde y muestra el silencio, rey de reyes, dios de las preguntas no respondidas que todo lo muestra a los sonidos que todo lo esconden.
Todo artificio se traduce en arte, en capacidad creadora en poder creador y he allí el meollo, he allí la raíz de la posibilidad de todo lo que somos. Allí, donde se despliega el deshacerse del nudo radical, allí estamos, solos con el artificio del pensamiento. A partir de allí todo: todo lo posible.
Me leerán, me pasarán de largo, harán un bollo de mí pero no podrán negarme el ser, ni aquello que abarque, ni aquel pedazo de actualidad que innegablemente describa. Aquel mundo que describo, que puede ser sólo mío pero que sencillamente podría no serlo.
Tal como el tallo, las hojas y las flores se deben a sus adventicios radicales, así nos debemos arte, así me debo a él. Seré y será mi arte o no seremos y, porque seré, seré arte, porque no podría ser otra cosa. 

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