viernes, 4 de mayo de 2012

Lo "nuevo" y lo nuevo



Lo nuevo siempre suscita algún tipo de entusiasmo. La cuestión a cerca de la novedad aparece cuando uno se pregunta qué es lo “nuevo” de la novedad y hasta dónde podemos considerar nuevo lo “nuevo”.
Como decía, entiendo que habitualmente nos entusiasmamos ante la novedad. Pero, ¿cuán novedosas son las novedades?
Es cierto que este mundo conmociona a la mayoría por su permanente capacidad creadora. La cuestión es cuánto hay de creación y cuánto de re-creación.  Es cierta la voluntad de novedad, es inocultable el énfasis mecánico en la caducidad de lo reciente y la necesidad de lo “nuevo” dictada en gran medida por la voracidad consumista que nos caracteriza.
Por eso planteo esta disyuntiva entre lo “nuevo” y lo nuevo, lo realmente nuevo. Es en  este aparejo que considero interesante pensar a cerca de lo “nuevo”. 
Sin más preámbulos, estimo que lo que aparece cotidianamente como novedad no es realmente esto, no es una creación en el sentido fuerte de la palabra. El hombre re-crea permanentemente y se asombra y asombra su poder de re-creación, su poder de re-novación. Las supuestas novedades destellan ante los ojos francamente mercantilizados y el auge por lo “nuevo” sólo tiene de original lo iracundo de la satisfacción de la voluntad de novedad que mueve al mundo actual.
Todo lo viejo se re-nueva, todo lo creado se re-crea y me dispongo a plantear entonces qué sucede con lo nuevo cuando la novedad es real. ¿Qué sucede ante el desconcierto y opaco resplandor de aquello que aparece por primera vez al entendimiento? ¿Cuál es entonces el hábito ante lo ignorado, lo recóndito, lo nuevo?
En la costumbre de llamar novedad a simples o complejas  re-creaciones quizá hemos perdido la significancia de la novedad tal como se expresa. Con cuánta recurrencia se dice novedad a lo de siempre que cambia de color camaleónicamente, con cuánto arrebato se dice nueva a la reproducción inútil de inservibles, de atávicos, de residuos.
La coyuntura entre lo “nuevo” y lo nuevo no es para nada sutil. Por el contrario, es grotesca y, dado lo grotesco, sigo preguntándome: ¿Qué sucede habitualmente frente a la novedad real?  ¿Por qué la pregunta? La cuestión no es sencilla, la admiración habituada y la exaltación acostumbrada ante lo tenido por “nuevo” o “novedoso” abruman bastante el terreno de las preguntas y las cuestiones. Por eso insisto: ¿Qué sucede habitualmente frente a la novedad real? ¿Cómo nos comportamos frente a lo nuevo siendo lo nuevo real completamente desconocido o al menos ignorado?
Es sencillo abrazar los hábitos tenidos, es quizá natural. ¿Qué pasa con aquello que no es habitual? O, aun mas complejo, ¿qué sucede con aquello que florece en el lúgubre desconcierto de lo desconocido?
La novedad en su dimensión real no se trata de una re-novación. Lo nuevo despedaza el correlato con lo viejo, con lo re-novado, con lo re-creado y asusta. Lo nuevo es temible, es una amenaza a la regularidad establecida y entrañada. La temática, por supuesto, no encuentra límites, hablemos de literatura o hablemos de amor, lo nuevo real aterra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario