martes, 22 de mayo de 2012

El cuidado de uno mismo

Quizá la política sea hoy confundida con el tema en boga en nuestros días, me permito disentir, de política se habla muy poco. Si en cambio, se habla mucho de lo político, del conflicto al cual tampoco hacemos  grandes aproximaciones sino que los protagonistas, por cuestiones de pura incapacidad, prefieren no profundizar.
Personalmente es un tema que me preocupa y ocupa, el de la política y lo político de la política; pero es a partir de esta preocupación, que he decidido postergar alguna reflexión directamente sobre la política, sobre lo político y detenerme en este preocuparse, en este ocuparse.
Siguiendo la misma línea filosófica (y pidiendo por favor que el término no espante a nadie), esta línea que sigue deprendiéndose de una lectura personal de “Ser y tiempo”, libro del cual surge el extraído titular de esta columna (Ser-en-el-mundo) de los cuales me comprometo a dar explicaciones a la posteridad, es que pretendía arrojar un poco de luz sobre esta cuestión de preocuparse, de ocuparse de uno mismo, del cuidado de uno mismo.
Y no es sino a partir de una apreciación personal de una merma constante y evidente en el cuidado del ser que somos cada uno que pretendo presentar esta cuestión.
Decía entonces que el cuidado de un mismo, el cuidado del ser que somos cada uno merma y es difícil creer en primer lugar, que el hombre pueda preocuparse por algo mas que por su propio ser, y en segundo lugar, que exista la posibilidad de un descuido creciente.
Que el hombre pueda ocuparse o preocuparse de cosas ajenas a ese ser que es cada uno es algo que no voy a descubrir, es real, es cotidiano. Descarto que exista la posibilidad de un descuido creciente por la sencilla razón de que el preocuparse, el ocuparse no se trasforman en un descuido, o en una despreocupación sino que el hombre que se preocupa por el hombre, el hombre que se preocupa por su ser, se preocupa en demasía, desde tiempo inmemoriales por aquello que encuentra a la mano,  por cosas, por útiles. Y es por esta actitud del hombre en el mundo, que hablo de una merma en el cuidado, en la ocupación y en la preocupación del hombre por el ser de cada uno.
Hablamos entonces de que el ser ya no se preocupa por el ser, o ya no se preocupa como debiera de su ser, de su ser que se expresa en ser posibilidad e inentendiblemente se preocupa y ocupa de las cosas, de los útiles que son ajenos a ese ser por antonomasia.
Hablamos de cosas y de útiles y nos referimos a cualquier cosa, a las cosas con las que cotidianamente nos relacionamos desde el dinero hasta una casa y no es mi intención poner ningún límite sino ilustrar posibles oscurantismos. Por supuesto, cuando hablamos del ser que se expresa en sus posibilidades o de ser posible, hablamos de cualquier posibilidad de ser en el mundo, de la infinita posibilidad del ser (del hombre) en el mundo.
Dejar de ocuparse de uno mismo y empezar a ocuparse de cosas que nos rodean, de útiles, es el comienzo del fin de la preocupación por las posibilidades de ser de cada uno, de ser cualquier cosa, de asumirse finito pero con infinitas posibilidades.
El hombre sabe que cuenta con tiempo, casi desde edades en las que prima la inconciencia el hombre es capaz de hacer planes, de perseguir fines y, esta es una consideración muy personal, es un despropósito inconmensurable usar el tiempo que el azar ponga a nuestra disposición, para pensar en cosas o peor aun para pensar en acumularlas cuando el hombre que somos cada uno no participa de ese ser de las cosas que sólo son cuando las usamos. Es decir, cosas inanimadas que animamos al uso. Repito e importa poco que suene redundante, ser esto que somos no se acaba o acabará jamás en las cosas, sólo se acaba donde cada uno delimite sus posibilidades.

No hay comentarios:

Publicar un comentario