sábado, 16 de junio de 2012

Algunos límites



A menudo pienso en los límites y puedo advertir que se encuentran por todas partes y de todos los tipos. Por eso estimo que, en un principio, la discusión debe rondar en torno a alguna clase de límites y por lo tanto, no pretender ser una discusión por los límites en general, dado que tales límites no existen. Es interesante entonces, pensar en alguna clase de límites evitando abstracciones que vuelvan remotamente imposible una discusión con pretensiones de derivar en algún extracto.
Los límites en los que pensaba eran, precisamente, los límites que contienen a los discursos sesgados. Discursos a los cuales la actualidad nos tiene acostumbrados en demasía. Discursos que promueven, fuertemente, una relación determinante de amor u odio entre el ser social (sujetos sociales) y la realidad (el mundo que constituyen estos sujetos).
Definitivamente, los discursos de la actualidad sitúan, con una intencionalidad marcada, al ser social, por fuera del discurso. Mientras, se hace eco de cuanto se incluye socialmente dentro del discurso, a dicho ser social. Es entonces que el ser social aparece a sí mismo como constructor de una realidad que se le presenta construida, pensado por otro,  y con una coloración negro/blanco que solamente le deja la posibilidad absurda de situarse en uno u otro bando.
El discurso, de esta manera, sea del bando que sea, pone en fila, detrás de sí mismo, a un cuerpo de seres sociales alienados de realidad social y equipados de tantas pre-concepciones como  de prejuicios postizos. 
Así, es que se disfraza una realidad social de dos realidades antónimas e intentan vestir de ejércitos distintos a seres sociales que constituyen, sin constituir, la realidad que les es presentada.
Preguntarse por los límites de los discursos sesgados, es repreguntarse por la realidad, por qué sea aquello que sucede en la realidad y quién me cuenta aquello que sucede en la realidad. Es entonces en pos de ejercer en bruto un control sobre qué sea eso que creemos que es la realidad, que se vuelve un mecanismo de control esta separación radical en bandos, en blancos o negros. Y que se omiten, intencionadamente, los grises, la infinidad de grises que encandilarían a la concepción del ser social acostumbrado a las miradas básicas y laterales de aquellos que pretenden aglutinarlo en una masa homogénea  y asilarlo a contemplar una realidad sesgada, disfrazada de información, de estadística, de sensacionalismo, de demagogia, etc. Convirtiendo entonces,  al ser constituyente por excelencia de la realidad en ser constituido, injertado y, nuevamente, postizo.
Al mínimo examen comienzan los grises a destrozar la realidad disfrazada de información y a extender infinitamente el plano donde se vierte dicha información. Luego, la información comienza a parecerse más a aquello que es y menos a aquello que dice ser.
Conocer los límites del discurso sesgado de la actualidad, no significa poder describirlos o comprenderlos conceptualmente. Creo que la tarea sería inacabable. El conocer los límites es, por sobre todo y primero que nada, entender que esos límites existen en la misma medida que existen intereses y hombres que piensan.  Significa también que la representación no representada de  la pluralidad inconcebible de la realidad que nos constituye, esta apenas una capa por debajo de los límites del discurso sesgado y, mientras esta pluralidad sigue oculta en otra capa, el hombre persiste en ocultarse del hombre. 

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