miércoles, 4 de abril de 2012

(10) Obertura II



¿Cómo quitar el polvo viejo de lo viejo?  El preguntar y preguntarse a veces parece un incesante e inacabable quehacer. Qué hacer con esto o lo otro entre tantas cosas. Qué hacer con las formas, con los “cómo” o con algunas simpáticas vestiduras lingüísticas.
¿Cómo fantasear o imaginar que lo viejo o lo heredado no está allí? ¿Cómo cuestionar “innegables” sin cuestionarnos ni ser tenidos por objeto de nuestras ensimismadas cuestiones?
Desempolvar la mente, olvidar lo probado por probado u olvidar lo sólido por añejo no parece reducirse a negar nada. Se trata mas bien de llenar e invadir todo de cuestiones, de invadirnos de cuestiones: de amenazas, de pequeñas y sutiles amenazas a los ropajes de los que suele disfrazar todo el lenguaje, a la bruma en la bruma de la solidez de lo fijado, a las monstruosas metáforas del yo con las que nos acostumbramos a vivir y sin las cuales nos sería complicado hacerlo.
¿Cómo cuestionar historias que funcionan? Cómo cuestionar engranajes aceitados y fundantes olvidadamente fundados por una gama interminable de un mismo “como si”.
Sin saber en qué consista la apertura, deambulamos en la penumbra, a la sombra de las preguntas que hacemos no porque el querer se haya encaprichado sino porque a veces el preguntar no es sólo preguntar sino preguntarse. Porque a menudo el preguntarse sin responderse hiere y no hiere provocando dolores o hemorragias sino a lo concebido, a lo creído, a lo tenido por cierto, a lo pretendidamente o presumidamente real. El preguntarse derrama sal sobre lo dulcemente aprendido, sobre lo dulce e inocentemente fijado en la ignorancia, la distracción o el desocupamiento de si. La sal, como todos sabemos, corroe aquello que toca, los esquemas, los prejuicios, los preconceptos: todos cada vez más salados van volviéndose también más intragables. Uno ya no atraca ideas como dulces sino que las escarba cual hombre que se hubiera envenenado alguna vez.
Sólo imaginar, sólo fantasear deshacerse de lo viejo y heredado. Entorpecer el aprendizaje con dudas, entorpecerse un poco con dudas, preguntar, preguntarse aunque debamos caer en la abstracción de ser objeto del cuestionarse mismo.
¿Cómo fantasear sin fantasía? ¿Cómo disolverse o reinventarse en el huido presente? ¿Cómo disolverse o reinventarse en la huida feroz de un yo que supera las metáforas actuales y crudamente susurra burlas a si mismo?
En la monotonía del reflejo del verso cotidiano se oculta ensombrecida la rareza de un yo pretendidamente conocido que sólo se nos esconde, donde sea, donde no lo buscaríamos nunca, donde podríamos buscarlo siempre.

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