lunes, 2 de abril de 2012

(7) Silencios (Los imposibles)



Sólo alza las manos mostrando lo que tiene, un poco de nada y nada de algo. Buscando el asentimiento, la simpatía, persigue con la mirada la mirada del que no asiente, del que no saluda ni simpatiza. Se desgarra entre sus manos ese trozo de ternura  mercantil que lo tiene por dueño, dueño de nada, ignorándose dueño de si.
Vuelve a alzar las manos y el mundo parece un ciego soberbio donde lo que no se ve no existe, un sordo irrespetuoso donde tampoco existe aquello que no puede oírse.  Esta, donde nadie quiere estar, olvidándose de si como se olvida todo. Habita en el rincón de los olvidos imposibles. ¿Cómo olvidarlo si no ha existido para el mundo?
Alza las manos nuevamente y el mundo pasa, mientras pasan sin pasar las manos alzadas, agitando aquello que tienen de si, que ignorándose dueñas, dan, buscando automáticamente el asentimiento forzado, sin simpatía, simpatizando irónicamente con la antipatía intragable del mundo que lo enajena, le quita y lo ignora.
Volverá a alzar esas manos vacías de llenas, llenas de nada, de opresión, de imposibilidad, de pasividad ante la sola posibilidad de lo imposible. Vacías de si entregaran aquello que son, aquello  que han llegado a ser a aquello que no serán nunca: antipatía pánfila y espeluznante. Aquellas manos horribles que se desangran sin dueño se quedaran esperando que, luego de quitarles todo lo que son,  sigan quitándoles disfrazando la quita de moneda que compra. Abrazaran aquello que los profana y volverán por inercia a la tierra, a mancillar la flor que cultiven. El mundo: ciego, soberbio, sordo e irrespetuoso seguirá olvidando imposibles.
¿Seguirán entonces alzando las manos a la antipatía pánfila y espeluznante? ¿Seguirán pendientes del asentimiento soberbio e irrespetuoso del mundo sin percatarse de ser dueños de si? ¿Sin percatarse de  ser dueños de las vértebras que sostienen el artilugio monstruoso y siniestro que ignora desde la conciencia y la arrogancia?
Todo sueño comienza y todo sueño debe terminar, sueñen dioses o demonios, o los unos disfrazados de los otros. Los sueños terminan y a veces las peores pesadillas comienzan al despertar. Y los soñantes, que son los dormidos, no siempre serán pesadillas las que habrán de soñar.

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