lunes, 2 de abril de 2012

(1) Preludio


“Sólo sé que no sé nada” resuena tímidamente en una actualidad aturdida de tantos “conocimientos” y de tanta “información”. Cuán frágiles pueden ser esos supuestos “conocimientos” y esas supuestas “informaciones”, cuán débiles pueden ser nuestras creencias si las sometemos apenas a nuestro propio juicio.
Cuánta más oscuridad que luz sembramos simpatizando con presumidos conocimientos e informaciones cuando alzamos la mirada por encima del todo discriminando aquello que parece cierto y ocultamos la gran masa mágica de la diversidad de nosotros mismos. Cuánto nos ocultamos a nosotros mismos. Ciertamente, nos ocultamos tanto que olvidamos dónde nos habremos quedado, dónde habrá quedado aquella simpatía por un sujeto tan plural como el inconcebible mundo mismo. Dónde habremos encontrado esa  necesidad de empequeñecer o menguar esa aura indefinida cambiándola por la banalidad de lo concreto, lo rápido y lo material.
En qué rincón de la conciencia duerme ella misma pretendiéndose tan despierta como está de adormecida, habituada, a pasar, a ver pasar, a dejar pasar, sin preguntar ni preguntarse por todo y por sí misma.
El nudo a desatar es un nudo ciego, podremos intentar por medio de la técnica (vieja costumbre), podremos intentar por medio de la razón (sana costumbre). Pero el nudo no suelta. La maravillosa utopía del conocer descansa en la improbabilidad certera y elegante que con delicadeza nos sugiere que pensemos un poco más, un poco más que de costumbre, un poco más que nosotros mismos.
Que entendamos, que el entender, es un nudo que inventamos nosotros, en el que anudamos todo de la forma que nos pareció más bonita. Pero no es más que esto, un acuerdo, un pacto implícito para vivir más cómodos y con menos miedos, a cada cosa, a cada incertidumbre, a nosotros mismos saliendo de las tinieblas de la razón y volviéndonos mundo sin ser parte, siendo todo. Y el miedo como siempre triunfa un poco más, encontrándonos sentados o de pie, seleccionando “información”, pretendiéndonos “informados” e “informantes” de una realidad que tiene tantos colores que no alcanzan los números que hemos inventado para contarlos.
Y me detengo, ahora, este presente tan pasado a esperar, a pensar un poco más, no para entender, sólo pensar me ocupa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario