jueves, 5 de abril de 2012

(12) Tempo (Tiempo)


  

“...Y aquel que camina una sola legua sin amor, camina

[amortajado hacia su propio funeral.

Tú y yo, sin un céntimo, podemos comprar el pico más alto

[de la sierra;

y el fulgor de una pupila

y un guisante en su vaina

humillan toda la sabiduría del mundo,...”



Walt Whitman



El tiempo fluye incesantemente y alguna vez quizá nos percatamos de ello: del cambiar permanente del todo, del cambiar permanente del uno, del imponente cambiar del flujo mundanal que nos abarca como se abarca a si mismo.
Existe ese momento en el cual el intérprete que somos pierde la consonancia habitual que lo habituaba al cambio irrefrenable de aquello que llamamos mundo. Se aparece entonces a si mismo como una disonancia, como una pregunta por si que no consiste en responderse sino sólo en preguntarse y, con ello, una apertura y, con ello, una posibilidad y, con todo, el inexcusable pensarse: en relación, al todo y al cambio omniabarcante que nos habita, que vive en nuestro distraído cambiar.
La apertura desbordará los ánimos, la posibilidad no conocerá límites y quizá los límites desconozcan imposibles.
Cambiará la incandescencia que cubre el todo: brillaran opacos y se opacarán aquellos que fueran brillantes.
El hábito perecerá en un guerra violenta que atentará contra la identidad de aquel habituado, perecerá sólo en la medida que pueda ser de otra manera. Aquella armonía entrañable del pasado enfermará al presente que no tiene  nada delante y que sólo contempla el todo. Allí, donde sólo parece aparecer la obscuridad de lo desconocido habitará entonces la luz de lo posible y allí, donde sólo parecía aparecer destellante el amable recuerdo, no habrá sino polvos grises del pasado, de lo sido, de aquello que jamás admitirá posibilidades o aperturas o preguntas.
Los pasos en la obscuridad no resultarán sencillos, ¿cuándo acaso fue sencillo caminar en la penumbra? ¿Cuándo acaso fue confiable o armonioso lo desconocido?
Lo posible sólo se realizará en lo pensado.
La vida, pequeña, insólita y opacada por la inmensidad del mundo puede quizá ponerse mas allá de la inconmensurabilidad inexpresable de aquello que en la redundancia se concibe como mundo.
La mirada del que cambia brillará allí donde aquello que estaba más allá de si mismo se realice, donde aquello que el pasado volvía imposible se hiciera posible en un intuitivo y desconocido presente.
Ahora la brisa tiene otro aroma, siempre lo tuvo. Ahora el que respira, el que se llena el cuerpo de lo nuevo por posible respira nuevamente.

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