jueves, 12 de abril de 2012

Vergüenza


Las adicciones consumen a los adictos. Quizá la pregunta sea ¿a quién? O ¿a qué? Lo claro luego de preguntarse es que nadie, ni nada es consumido. La reconstrucción del yo encarna una vorágine que aparece como la tortura de ser lo que se es.
El monstruo humano, la monstruosa humanidad sólo se expresan en otras formas, siempre han estado ahí, jamás se vistió de cordero el lobo: sólo cambiaron las presas.
Shame es una película que de ser erótica no lograría su cometido. Es en cambio bastante sexual, ni la más sexual, ni la menos. Sólo bastante sexual.
Lo curioso es que sigo preguntándome por la traducción del título, “Vergüenza”, ¿de qué? De ser aquello que se es. Yace entonces en ese ser autentico la tortura por la autenticidad, la tortura por no ser los otros, por parecer los otros pero sólo de lejos, sólo hasta que un destello de intimidad es provocado a salir.
No me detengo a hablar de actores o del director en particular, el sólo hecho de esmerarme en escribir una palabra ya supone que el conjunto a funcionado. Shame es una película directa aún en las distracciones que pueda producir la oscuridad del pasado de sus personajes, es visceral aunque Mulligan ablande las vigas del cine entonando “New York, New York”.
Las cárceles que nos inventamos en el hábito se diluyen cuando la humanidad se nos escapa por los poros.

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