lunes, 9 de abril de 2012

Intocable

Hace mucho tiempo que no escribía una crítica, nada me lo inspiraba. Veo mucho cine, de muchas épocas, de diversos lugares.
Me atrevo a decir que todavía queda mucho buen cine por el mundo, cine actual, cine para ver.
Lo que me pasó con Intouchables fue que no que no quería que termine. Estaba realmente metido en la historia, en la amistad, en la calidez. Había llegado, en la medida de las posibilidades a entrañar a estos personajes tan diferentes como complementarios. Ya lo dijera aún en mis inmensas diferencias con Osho, un título de uno de sus libros “Los opuestos complementarios”. Quizá aquí, en esta historia, funcionó. Me enternecieron ambos por razones muy distantes pero atadas causalmente.
François Cluzet me ha gustado más aquí que en otro par de películas que he visto y no porque no me hubiera gustado antes sino porque aquí está perfecto. A Omar Sy tendré que seguirlo para tener una opinión más interesante aunque me ha dejado una buena impresión.
A veces no dimensionamos lo difícil que puede ser plasmar sensibilidad sin ser soso, sensiblero o melodramático en exceso. Esta cinta es bella por muchas cosas pero principalmente por su naturalidad y su natural sutileza. La naturalidad nos ha acostumbrado a su ausencia en el cine contemporáneo y la sutileza nos lleva a preguntas como: ¿suti… qué?
Mi aplauso Olivier Nakache y Eric Toledano (directores y guionistas) que desconocía. Mi aplauso para algo que debería ser habitual en el cine humano pero que la irónica deshumanización cotidiana ha vuelto una excepción de la regla.

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